Vuelta a Europa

La ciudad blanca y la ciudad negra de Bakú

Manuel Chaves Nogales

Hay dos ciudades de Bakú: la ciudad blanca y la ciudad negra. La de los que viven bien y la de los que viven mal. Esto no han podido remediarlo hasta ahora los bolcheviques.

Estas dos ciudades que hay en Bakú son, con su terrible desigualdad, el alegato más fuerte que puede hacerse en contra del régimen comunista. Al lado mismo de la ciudad blanca, llena de grandes hoteles a la europea, teatros, cines cabarets, parques y jardines, con casa confortables y templos magníficos como, por ejemplo, el que tienen los católicos, que es soberbio –cosa que todavía no he podido explicarme- , está la ciudad negra, dantesca aglomeración de casuchas miserables, en las que vive como ganado la gente trabajadora.

Esta ciudad negra de Bakú, renegrida, enrarecido el aire por las emanaciones de la nafta, invadida de los detritus y el humo de las refinerías, poblada por una muchedumbre harapienta que no ha conocido jamás ninguna de las ventajas de la civilización, con casas como muladares y hombres como bestias entrampadas, llenos de roña y miseria, es uno de los espectáculos que avergüenzan de ser hombre y, que cuando no se está en Rusia, hacen nacer en uno el sentimiento comunista.

Si toda esta gente que ha ido a Rusia pagada por los gobiernos capitalistas para hacer campaña en contra del gobierno de los soviets, en vez de quedarse en Moscú hubiese venido hasta aquí, con sólo describir las dos ciudades de Bakú, la ciudad blanca y la ciudad negra, hubiese conmovido al mundo en contra del régimen comunista.

Es, agravado por la barbarie musulmana y por el aislamiento en que el mundo civilizado tiene aquella zona, el mismo espectáculo que el régimen capitalista proporciona en el Ruhr, en Gales o en Riontinto. Los soviets no han podido evitarlo.

Es decir: los soviets han construido un magnífico ferrocarril eléctrico –el primero que funciona en Rusia- para transportar a los trabajadores de la nafta a Sabuntchi, su mísera barriada. Pero este y algunos otros beneficios de asistencia social dejan intacto el horror de la vida de estos trabajadores, parias del comunismo como de la sociedad burguesa.

Torre petrolífera

Son, y lo serán durante muchos años, a pesar de la revolución, las víctimas de la desigualdad de clases. Para que un “gentleman” respire a pleno pulmón recorriendo las pistas de la Costa Azul sobre su soberbio Rolls Royce, es preciso que este ex hombre de Sabuntchi carezca hasta del aire. Esto, el gobierno de los soviets no ha podido hacer más que controlarlo. Hasta ahora el comunismo se ha limitado a erigirse intermediario de esta explotación.

Antes eran las grandes empresas capitalistas de Inglaterra las que ejercían directamente la explotación. Era la Royal Dutch la que decidía sobre la vida de los trescientos mil trabajadores de la nafta que hay en Bakú. Ahora es el gobierno de los soviets el que amarra a los hombres a esta vida inhumana.

Pero desde un punto de vista totalmente ajeno a la teoría comunista –el nacionalismo-, el gobierno de los soviets ha hecho una obra que le asegura el apoyo de todos los elementos, comunistas o no, de Rusia. La expulsión del capitalismo extranjero.

Cuando se espera que los fracasos de las teorías marxistas –impuestos únicamente por el fracaso de la revolución mundial- traigan aparejada la ruina del régimen soviético se olvida que no es solo el comunismo lo que mantiene en Rusia a los bolcheviques. Estos son hoy el gobierno nacionalista más fuerte que hay en Europa. La intervención extranjera que a raíz de la revolución atizó la guerra civil no sirvió más que para exaltar el nacionalismo ruso y poner incondicionalmente al lado de los comunistas a todas las fuerzas nacionales.

Hay un caso clarísimo: en Bakú se está erigiendo un monumento a los veintiséis comisarios del pueblo muertos allí por los ingleses durante la guerra civil. Estos veintiséis comisarios del pueblo, que murieron en defensa de un ideal revolucionario, han ido perdiendo con el tiempo el verdadero sentido de su heroísmo, y hoy, en vez de mártires del marxismo, son glorificados por el pueblo ruso como héroes de la independencia nacional. La gran fuerza del comunismo ruso radica hoy en el nacionalismo más exaltado.

Explica esta paradoja la consolidación del régimen soviético, a pesar de que los trabajadores de la nafta, por ejemplo, no hayan mejorado de condiciones.

19/09/1928

 

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