Francesc Montero
El posicionamiento ideológico y político del grupo promotor de la revista barcelonesa Destino durante la primera posguerra española ha generado a lo largo de la historia una notable controversia. Ciertamente, en aquellos años, lasmanifestaciones públicasde la revista se podían interpretar como adhesiones al régimen que hacían gala del abandono del sentimiento catalanista. No obstante, en ese momento, la alternativa a esta opción era el silencio o la clandestinidad. Por lo tanto, en este debate sobre el papel de determinados sectores de la intelectualidad catalana en los «nuevos tiempos» de la posguerra, es importante discernir hasta qué punto las adhesiones al régimen eran «obligadas» por las circunstancias o bien eran expresadas por voluntad propia. En este contexto, toma especial relevancia la información contenida en los archivos personales.
En el caso que nos ocupa, a través de la información que contienen los fondos documentales correspondientes a los miembros del grupo promotor de la revista Destino, evalúo su grado de implicación «real» con el nuevo régimen y, en consecuencia, analizo también las manifestaciones «críticas» con el mismo régimen y el comportamiento de la revista durante la primera posguerra.
A la luz de los materiales estudiados, pues, y sin ocultar que todos los integrantes de Destino tenían puntos de contacto con la doctrina franquista-falangista oficial -algunos incluso una identificación total-, se observa cómo la heterogénea y particular redacción de la revista intentó tímidamente marcar un perfil propio y distintivo en el limitado escenario de posguerra. Dentro de este grupo, el periodista Manuel Brunet i Solà constituye un caso particular y singular, puesto que hay que añadir al análisis del conjunto los elementos propios de su personalidad impetuosa y trayectoria compleja, que hicieron aún más polémico su posicionamiento, en el que se definen las líneas maestras de su periplo y, especialmente, su punto de vista en la interpretación de la realidad.
El análisis del pensamiento y la influencia de Manuel Brunet en clave política y social interna, es decir, catalana y española, especialmente durante los años cuarenta, se revela en dos facetas específicas: por un lado, el catolicismo anticomunista de sus artículos como un arma de ataque a los republicanos españoles y al mismo tiempo de conexión con la burguesía catalana conservadora de preguerra y, por el otro, sus opiniones críticas con el régimen franquista contenidas en unas breves notas privadas inéditas localizadas en el archivo personal del autor, y que corresponden a los años 1942-1943.
Durante la primera posguerra, el periodista Manuel Brunet (Vic, 1889 – Figueras, 1956) se convirtió en el analista de política internacional más destacado de la revista Destino, donde escribía con el pseudónimo Romano la sección “El mundo y la política”. Desde sus páginas, Manuel Brunet proyectó la propia visión de la realidad, aunque condicionada por su trayectoria personal, marcada por un acentuado catolicismo vaticanista, el desencanto de la experiencia republicana y la identificación incondicional con la Liga Catalana de Francesc Cambó a partir de 1933. Católico a ultranza, utilizó los argumentos anticomunistas para censurar con vehemencia la experiencia republicana, y la persecución personal que sufrió en los primeros meses de guerra por parte de grupos revolucionarios acentuó el desprecio hacia el heterogéneo colectivo de «rojos» que constituía el exilio.
Por otra parte, a pesar de pertenecer al bando vencedor, la persecución de la cultura catalana convirtió el periodista en un «vencido». Ante esa situación, Manuel Brunet se encontraba escindido en dos posturas antitéticas: a pesar de la falta de democracia, en materia religiosa y social podía considerar que la situación era la deseada y pertenecía a los vencedores. En materia política nacional catalana, en cambio, se encontraba derrotado. Pero el terror ante un hipotético regreso de los «rojos» al poder era tan intenso que aceptó este hecho sin protestar. Estaba molesto de ver cómo desde el exilio exterior e interior se reivindicaban patentes de catalanismo (un catalanismo con el que tampoco coincidía), pero en todo caso estaba más atemorizado pensando que la situación política mundial podía significar la restitución de la República. De aquí parten, seguramente, sus odios y campañas periodísticas feroces contra el comunismo, y seguramente se explica cómo a pesar de su conciencia aliadófila tenía dudas sobre las consecuencias que podía tener una victoria aliada sobre la situación política española.
Desconcertado, el autor se aisló en el Ampurdán, al margen de los círculos de influencia de la capital catalana. Desde su refugio, escribía los artículos para Destino y, fuera del alcance de la censura, también dejó su testimonio privado y crítico de la situación del momento en unas notas personales en catalán que permanecen inéditas, en las cuales manifiesta su malestar con el régimen franquista, y al mismo tiempo, con la República. Como botón de muestra, la siguiente, que muestra claramente sus principios: “Cuando manda el Frente Popular, se persigue la Iglesia. Cuando manda el fascismo, son perseguidas las lenguas regionales. Ni el Frente Popular ni el fascismo son la paz, ni quieren hacer la paz”.
En este sentido, puede sostenerse que el anticomunismo de Manuel Brunet, a pesar de coincidir con la doctrina oficial, responde a un principio moral propio de raíz católica, ya expresado en los años previos al estallido de la guerra, y el temor de las represalias que precisamente los «rojos» prometían en caso de volver a España. Y, al mismo tiempo, a la luz del contenido de las notas, puede probarse que Manuel Brunet, como intelectual liberal, tenía como opción de gobierno preferida un gobierno democrático conservador, que le permitiera recuperar con comodidad sus convicciones en materia cultural y lingüística. A pesar de todo, si el precio a pagar para impedir el retorno de la República era renunciar a la democracia, Manuel Brunet la aceptaba sin dudar, reduciendo entonces las convicciones personales catalanistas al ámbito estrictamente privado.
Sólo después de convencerse, a partir de 1945, que una victoria aliada no conllevaría el retorno de la República en España sino la restitución de la monarquía, pudo respirar tranquilo y defender como quería el bando aliado. A partir de entonces volvió a tener esperanzas de recuperar y poder manifestar plenamente el conjunto de sus convicciones, porque si se producía un traspaso pacífico y ordenado hacia la monarquía, y por tanto la cultura catalana recuperaba la plena libertad, él pasaría a ser un vencedor de pleno derecho. La sociedad naciente podría ser democrática, socialmente conservadora, plenamente religiosa y moderadamente catalanista. Una sociedad, entonces sí, en el que se encontraría del todo a gusto, pero que no vio llegar.
http://journals.uoc.edu/index.php/franquismeitransicio/article/view/n1-montero
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