Libros

Burguesas, cultas y republicanas

Inmaculada de la Fuente

Este es un libro que se ha ido haciéndose casi solo, un libro que, a pesar de ser rabiosamente personal, no sabía que iba a terminar siendo un libro, y menos aún un libro impreso. Tampoco sabía que iba a tener este título un poco provocativo y transgresor y hasta paradójico, Las republicanas “burguesas”. Aunque el título sí estaba en mi cabeza desde hace años. Era cuestión de que el título y el libro se encontraran. Y la oportunidad llegó cuando J.L. Ibáñez Salas me propuso que publicara en P de Vista Editores.

Como sabéis, se trata de una selección de 14 retratos o biografías de mujeres relevantes que publicado previamente en la revista literaria de Oviedo, CLARÍN. Estos textos, una vez seleccionados, han sido revisados y completados para adecuarlos al libro. Cuando escribí la primera semblanza, de Constancia de la Mora, ni siquiera pensaba que acabaría escribiendo una veintena más y que lo que iba a ser un solo artículo acabaría siendo una colaboración estable primero para con CLARÍN y ahora con Punto de Vista. Todo empezó con Constancia de la Mora. A raíz de publicar su biografía y la de su hermana Marichu en La roja y la falangista, el personaje de Constancia, Connie, siguió interpelándome. Cuando se publica un libro queda a veces un eco, una necesidad de explicar, quizás, algo más el personaje. Y más cuando Constancia concita afinidades y rechazos. Para algunos es un icono, una mujer que saltó de la holgada vida de nieta de Maura a republicana de izquierdas, para otros era una conversa y cuando entró en el PCE, una estalinista. Así que escribí este retrato que aparece en Las republicanas burguesas. Meses después leí primeros Diarios de Zenobia Camprubí que ponían en duda, si es que alguien lo pensaba, que fuera una mujer sumisa y dependiente y escribí un nuevo artículo. Y luego otras… Y cuando iba ya por los diez o doce retratos sí me di cuenta de que había un libro en ciernes.

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Y por qué “burguesas”? Porque algunas son burguesas y republicanas de libro, como la propia Connie, o Isabel Oyarzábal…Una burguesa de actividad incansable. Otras no tanto: Josefina Carabias nació en Arenas de San Pedro (Ávila), una localidad con un perfil rural en aquella época y sus padres eran propietarios rurales, es decir, venía de una familia de la burguesía rural. Y María Moliner y su hermana Matilde eran hijas de médico, pero cuando el padre se marchó a Argentina pasaron por penalidades económicas. Ahora bien, en ningún momento renunciaron a ir a la Universidad porque estudiar estaba en su Adn.

Al unir republicanas y burguesas pongo el foco además, no en las clases populares que saludaron la llegada de la Segunda República, sino en las clases medias innovadoras y cultas que la apoyaron y la alentaron desde los periódicos y las tribunas culturales Las clases progresistas y moderadas, en definitiva, que valoraban la educación y que permitieron que sus hijas y no solo sus hijos estudiaran. La clase social que aunque leyera a Galdós, no se identificaba con la España galdosiana sino con esos vientos de laicismo y modernidad que traía la Institución Libre de Enseñanza. Esa España que necesitaba engancharse de una vez al tren de la modernidad. En ese sentido la Segunda República no se limitó a relevar a una agotada Monarquía predemocrática, sino a impulsar reformas, la puesta en marcha del reloj histórico, el rescate de la modernidad. Reformas para las mujeres como la del derecho al voto que lideró Clara Campoamor. Y otras reformas pendientes.

No es el momento de analizar a fondo los logros y fallos de la Segunda República, pero suscribo las palabras que Maruja Mallo dijo a su vuelta del exilio en una entrevista de 1977: “La noble República fundada por prohombres de aquella hora, y que tanto hizo por la cultura, el arte, la ciencia, la justicia social, había nacido en un momento anacrónico y desarmada, mientras a nivel mundial se preparaban mayores conflictos. Ese conjunto de humanistas fue atropellado por traición cainita y poderes extranjeros, ante la indiferencia de una Europa que no creía disfrutar tan pronto de una guerra”.

Una de las claras apuesta de la Segunda República fue la educación. No hay que olvidar que al principio del siglo XX el analfabetismo era del 70%. Y uno de sus proyectos más queridos fue la creación de las Misiones Pedagógicas, cuyo objetivo era llevar los libros y la cultura a los pueblos. María Moliner se involucró a fondo en las Misiones Pedagógicas y recorrió la periferia valenciana para crear bibliotecas rurales que aunque solían estar en las escuelas, eran para niños y adultos. Los libros que llevaba se quedaban en depósito, no se regalaban, y cuando ya los había leído mucha gente, llegaban lotes nuevos. En un texto conocido como Instrucción para el servicio de las pequeñas bibliotecas Moliner se dirigía así a los nuevos bibliotecarios de los pueblos:

No, amigos bibliotecarios, no. En vuestro pueblo la gente no es más cerril que en otros pueblos de España ni que en otros pueblos del mundo. Probad a hablarles de cultura y veréis cómo sus ojos se abren y sus cabezas se mueven en un gesto de asentimiento, y cómo invariablemente responden: ¡Eso, eso es lo que nos hace falta: cultura!

Pueso eso, cultura. Ese es espíritu que recorre el libro. El espíritu de Las republicanas “burguesas”.

En papel

http://www.silexediciones.com/es/441-las-republicanas-burguesas.html

Ebook

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