Libros

Suelas gastadas, periodismo y escritores en tiempos de cambio

Juan A. Rios Carratalá

Suelas gastadas. Periodistas y escritores en tiempos de cambio (II República y Transición completa la trilogía sobre el periodismo español del siglo XX que he publicado en la editorial Renacimiento y cuyos primeros volúmenes fueron Hojas volanderas. Periodistas y escritores en tiempos de República (2011) y Nos vemos en Chicote. Imágenes del cinismo y el silencio en la cultura franquista (2015).

En Suelas gastadas me ocupo de una serie de periodistas y escritores que en dos momentos históricos de intensos cambios, la II República y la Transición, optaron por salir a la calle para dar testimonio de esos mismos cambios con planteamientos que guardan bastante paralelismo entre sí, a pesar del tiempo que separa a ambos períodos.

Los tiempos de cambio requieren periodistas dispuestos a gastar suelas, a pisar las calles para dar testimonio de una nueva realidad. Así lo entendieron aquellos que son recordados en este ensayo, unos escritores y periodistas (Ignacio Carral, Ramón J. Sender, Luisa Carnés, Luis de Sirval, Luis Carandell, Xavier Vinader, Luis Cantero…) que desde diferentes perspectivas reflejaron la España de la II República y la Transición.

La selección de los autores estudiados abarca trayectorias heterogéneas, dispersas y hasta enfrentadas, pero con el común denominador de un periodismo atento a la calle para buscar nuevas fuentes de información y testimoniar de primera mano una realidad cambiante. La reflexión sobre sus trabajos ayuda a perfilar una respuesta periodística a otros momentos de cambio, cuya comprensión aconseja «gastar suelas» y no recluirse en las redacciones o limitarse a reproducir lo proveniente de los gabinetes de prensa.

El libro está escrito desde la nostalgia de un periodismo de investigación, de los reportajes escritos a pie de calle y de otras manifestaciones en buena medida perdidas de una prensa que, actualmente, pasa por unos momentos difíciles. Tal vez recordarlas con sentido crítico ayude a encontrar una alternativa a la pérdida de credibilidad de un periodismo poco atento a la calle.

Los testimonios recopilados en Suelas gastadas no son necesariamente representativos de lo escrito durante esos períodos donde cualquier expectativa parecía justificar un empeño. Ni siquiera me atrevería a presentarlos como síntomas de una tendencia generalizada. Incluso, para evitar la posibilidad de un excesivo optimismo, he mostrado sus limitaciones y contradicciones, aparte de haberlos mezclado con trayectorias de otros periodistas y escritores que actuaron en un sentido contrario. La realidad de cualquier etapa del siglo XX es un cambalache y, si un tanguista lo supo apreciar, el ensayista no debe ignorarlo. De ahí la diversidad de los capítulos donde pasamos de la II República a la Transición a través de algún hilo conductor, la heterogeneidad de las voces a menudo olvidadas que cobran protagonismo, los distintos enfoques o tratamientos de las materias objeto de análisis en respuesta a la diversidad de lo encontrado… La amenaza del caos puede surgir a la hora del balance, pero al mismo tiempo toma fuerza la sensación de que otra escritura, en la prensa o en la literatura, era posible al servicio del conocimiento crítico de la realidad, aunque solo fuera porque el espectáculo de las pantallas omnipresentes (Gilles Lipotvski) todavía suponía un futurible.

Las sensaciones son precisas para encarar una investigación y nos conducen en este ensayo a alternativas limitadas y sencillas, tan ingenuas a veces como puntuales. Cabe reconocerlo, pero resulta conveniente recordarlas cuando las realidades escasean, aparecen desdibujadas o están a punto de convertirse en recuerdos. Tal vez hayan pasado a la historia los periódicos que con su sólida homogeneidad daban una respuesta coherente, contrastada y completa a los envites de la realidad. Ante su abdicación en nombre de la sociedad del más líquido espectáculo, la multiplicidad del ruido carente de un discurso articulado -«voces»-, la banalidad como rasero y el beneficio empresarial a corto plazo, la reacción se impone como una necesidad, aunque sea minoritaria.

Los lectores resistentes tenemos las suelas gastadas, al igual que los periodistas aquí recordados por su voluntad de salir a la calle para llegar al último rincón, afrontar el conocimiento de una realidad apenas entrevista y convertir esa experiencia en textos capaces de interesar a los lectores. La alternativa de un periodismo a base de declaraciones de los mismos de siempre, gabinetes de prensa como inevitables filtros, tuits o píldoras de un pensamiento corto y reacciones compulsivas en redes sociales nunca les habría fascinado. Tampoco a nosotros, que nos vemos obligados a brujulear en búsqueda de testimonios periodísticos similares a los de otras épocas. Ya apuntan en algunas publicaciones digitales donde lo precario solo permite entrever la posibilidad de una alternativa, reducida a menudo a la opinión acerca de lo previamente conocido por otros medios. No obstante, esperamos ver cuajar esas iniciativas con nuestro apoyo, que debiera ir más allá del voluntarismo y traducirse en una lectura atenta al conocimiento de lo imprevisto, escondido u ocultado.

La tarea de esta lectura es ardua, va contracorriente por los condicionamientos de las nuevas tecnologías, requiere tiempo porque implica una búsqueda sin apenas referentes y su inevitable parcialidad resulta propia de autodidactas carentes de vocación como tales. La posibilidad de perderse en este mar de dudas y dificultades asoma a menudo. Tal vez estemos obligados a movernos sin luces en el elemento inhóspito y frío metafóricamente definido por Zygmunt Bauman. Nadie merece semejante penitencia a estas alturas, cuando somos conscientes de una pérdida de valores periodísticos cuyos responsables a menudo nos han convertido en espectadores de lo aparentemente inevitable. La lamentación apenas consuela por ser una invitación a la melancolía. La alternativa pasa por fortalecer la memoria y mirar hacia atrás sin nostalgia para tomar fuerzas como nadadores, sabiendo de la existencia de tiburones o de oportunistas entre las mismas filas de los periodistas y los escritores. Un ensayo, por supuesto, puede convertirse en una boya para ayudarnos en esa travesía por el elemento líquido de estos tiempos menguados. Y, por supuesto, al final de una lectura cómplice merece la pena comprobar que nuestras suelas también están gastadas. No por dejadez o pobreza, sino porque nunca hemos renunciado a enfrascarnos en la realidad, incluida la imprevista, escondida u ocultada.

suelas-gastadas

Pincha para acceder a la editorial

rioscarratala.com y varietesyrepublica.blogspot.com.

 

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