Ha muerto la última duquesa de Alba. La últinma, no porque se haya extinguido la raza -deja una niña que como la más famosa de sus abuelas se llama Cayetana- sino porque lo que se extingue es el título. Ella, sin embargo, ha podido llevarlo incólume hasta el postrer suspiro. Los nuevos usos saben distinguir: se puede anteponer al ducado de Alba un «ex» idéntico al del Condado de Rodezno.

La última duquesa de Alba muere muy joven. Había nacido en Madrid el 4 de abril de 1900. En su sangre había desde siglos gotas regias: descendía -aunque la ascendencia no fuese proclamada en su tiempo- de la rama catalana de la corona de Aragón. Sus padres eran los duques de Aliaga. Sus abuelos, los de Híjar.

Doña Rosario de Silva y Gurtubay, marquesa de San Vicente del Barco, casó en Londres, en 1920, con don Jacobo Stuart y Fitz James, último duque de Alba.

No desmintió la joven esposa la leyenda vinculada a esta añeja dinastía; leyenda de belleza y gracia, donde el señoril empaque se veteaba de garbo popular.

La de Alba viajaba mucho, casi tanto como su marido, infatigable trotamundos. De Londres a El Cairo pasando por Suiza, viajaban, viajaban… Pero, fiel a su destino la duquesa Rosario ha venido a morir a Madrid.

Ha muerto la última duquesa de Alba. Con ella se va una vida joven y se extingue una dinastía de mujeres famosas, en cuyas venas casi reales brincaban garbosamente unas rojas gotitas de sangre del pueblo.

La enfermedad y la muerte

Desde hace algún tiempo la salud de la joven duquesa habíase quebrantado notoriamente. Hacía, sin embargo, su vida normal y asistía a cuantos actos obligaba su alta condición social.

Hace unos días se agravó y hubo de guardar cama. Avisados los doctores Izquierdo -ayudante de don Gregorio Marañón, que se hallaba en París- y Blanco Soler diagnosticaron la gravedad del mal y previeron el desenlace que en las primeras horas de la mañana de hoy ha tenido.

Heraldo de Madrid, 11 de enero de 1934