Un accidente de aviación le deja junto al monte Elbrús, lugar de espíritus malignos y donde se posó, según las leyendas, el arca de Noé. El raid periodístico de Chaves Nogales ha entrado en unos instantes de excepcional interés. Los que conocemos su vibrante espíritu, el dinamismo prodigioso de su temperamento, no era fácil que nos resignáramos a que el viaje se cumpliese con la formalidad sedentaria del simple turismo. Y aunque éste, al decantarse en un cerebro de la originalidad del de Chaves Nogales, se ha trocado en crónicas del humor o la emoción como las que lleva escritas, auténticos modelos del periodismo actual, lo inesperado, lo que da a un viaje la categoría de gran información no podía faltar. Y ahora acaba de surgir. La página no puede ser más emocionante; tiene un vidente sintetismo, que es un guión de folletinescas sugerencias: Chaves Nogales de halla perdido en una aldea del Cáucaso.
Hace veintidós días justamente, desde que el viajero a bordo de un “Juncker” se perdió en los cielos de Berlín con rumbo a Rusia, no teníamos la menor noticia del gran repórter. El raid hasta ahora iba cubriéndose cronométricamente. El 12 de julio abandonaba Madrid y el mismo 12 llega a Barcelona; el 13, tras de un imprevisto aterrizaje, llega a Marsella; el 14, en París, donde permanece cuatro días; el 19 visita Ginebra; pasa por Zurich el 20 y del 21 hasta el 28 permanece en Berlín, de donde parte el 30 para Moscú. Ya en Rusia, nos llega el 6 de agosto una carta entusiasta y decidida. Y desde el 6 hasta hoy 28 transcurren días y más días sin que por ningún lado aparezca Chaves Nogales.
Comprendemos entonces hasta qué punto el raid, que sobre el papel parecía una sucesión de etapas más o menos interesantes y pintorescas, guardaba un grueso grano de emoción.
Rusia, para el hombre de Occidente europeo, es un enigma intrincado; aparte de su caos político, donde las pasiones andan muy sueltas, existe el otro inquietante caos de sus extensiones terribles, donde la civilización no penetró aún abiertamente. El aeroplano de Chaves Nogales ha podido caer en un lugar peligroso. Conforme pasa la incomunicación evocamos los folletines políticos, de espionaje, de salteadores que tan copiosamente nos ha servido la literatura moscovita de todo tiempo. Hacemos funcionar el teléfono con París y Berlín inútilmente. El paradero de Chaves Nogales se ignora en absoluto. Cada correo sin noticias aumenta la zozobra. Al fin, hoy 28 el primer reparto nos produce una alegría: Chaves Nogales vive. Una tarjeta postal, sin fecha ni punto de salida, nos dice: “Hemos tenido otro accidente entre Kar Kof y Baben. Estoy en el Cáucaso. Desupués de caminar por estos campos utilizando todos los medios de comunicación prehistórica he llegado a Mineralivodsk, donde estoy, Chaves.”
Y un poco después, a las dos de la tarde, recibimos la siguiente postal, que reproducimos, arrugada, sucia, como el mensaje de un Robinson moderno, en el que la ironía pone en calma a la desesperación: “Chaves Nogales está a salvo en la aldea de Sovoroska; en pleno Cáucaso, en tierras casi inexploradas por la planta europea; en un rincón, en fin, donde rusos, cherqueses y tártaros viven en un ambiente casi salvaje. Sovoroska no posee en los atlas y diccionarios el menor punto de referencia. Situada frente al monte Elbrús, un macizo de 5.629 metros completamente nevado. Chaves ha ido a caer, por suerte para sus futuras crónicas, en un punto original, bárbaro e interesantísimo. Tierra de mujick, de Gorki, de cosacos y de supersticiones.
El monte Elbrús se aroma con las leyendas más extraordinarias: historias de espíritus malignos que pueblan sus cumbres entenebrecen la paz de aquellos campos. Y sobre esto, el monte Elbrús posee una tradición más brillante. Según ciertos historiadores, fue el punto preciso donde se posó el Arca de Noé al acabar el diluvio.
Chaves Nogales ha “resucitado”, y con la originalidad que a su pluma se rinde siempre, en un trozo del planeta pintoresco, feliz y casi olvidado en la más distante página bíblica.
28/08/1928
Categorías:Vuelta a Europa