Dr. Antonio César Moreno Cantano
Trinidad Nieto Funcia nació en la localidad zamorana de Fermoselle el 31 de mayo de 1917. Se licenció en Derecho por la Universidad de Salamanca en 1934. En la misma Universidad cursó estudios de Filosofía y Letras, que fueron interrumpidos con el inicio de la Guerra Civil (los concluyó en los años 40). En 1937 ingresó como redactor en La Gaceta Regional de Salamanca. Llegó a Rusia con el primer contingente de la División Azul, donde estuvo encuadrado en la 4ª sección de la Compañía de Cañones del Regimiento 262 de Infantería (bajo el mando del coronel Pedro Pimentel Zayas). A finales de 1942, ya de regreso a España, se convirtió en redactor editorialista de Arriba[1], colaborando activamente en otros diarios como Pueblo y El Español. Por esas mismas fechas era secretario de la Escuela Oficial de Periodismo[2]. Se trataba de una de las plumas falangistas periodísticas más destacadas de los años cuarenta.
La amistad con Juan Manuel de la Aldea se entabló cuando Nieto Funcia obtuvo una beca de redactores de la Delegación Nacional de Prensa para viajar al extranjero[3]. El destino seleccionado fue Rumania, país al que llegó el 7 de julio de 1943 acompañado de Jaime Torner Cervera, director de Patria (Granada), otro de los becados. Allí fueron recibidos por el agregado de Prensa, Juan Manuel de la Aldea[4]. Trinidad Nieto, de regreso a Madrid en octubre de ese año, dio una conferencia en la Escuela Oficial de Periodismo titulada “Impresiones de un viaje a Rumanía”. Al acto asistió el Delegado Nacional de Prensa, Juan Aparicio, así como numerosos escritores y periodistas[5].
Este acto sería uno de los primeros frutos de su colaboración junto a De la Aldea. Ambos escribieron numerosos artículos en El Español donde analizaron el desarrollo de la guerra mundial en el Este así como aspectos culturales y políticos de Rumanía. Veamos algún fragmento de su producción:
“Todo aquel que haya visitado o conocido la inhumana URSS, estoy convencido de que en su mente perdurará como grabado al fuego la inolvidable visión de aquellos millares de niños abandonados, envueltos en harapos, con brazos y piernas de dantesca flacura, descalzos en todo tiempo, famélicos hasta la extenuación… y con aquella mirada… Mirada de perro vapuleado, cargada de odio y terror, impregnada de algo indefinible que nos atrae y repele… Malogrados querubines de ese paraíso infantil que para vosotros creó el odio y el vandalismo bolchevique. A él le debéis vuestro espeluznante y mísero estado actual, como a nosotros deberéis un día el veros redimidos de vuestro inocente pecado. La civilización cristiana será vuestra madre…”[6]
El producto periodístico más importante de ambas figuras fue, sin duda, la obra Rumanía…. En uno de sus capítulos (“La guerra de esta guerra”) describieron su visita al frente del combate ruso junto a la Wehrmacht:
“Vive en nosotros ahora la imagen alucinante del paisaje ruso y la sensación de tragedia, de la hecatombe que allí se ha desarrollado dentro de sus límites. Rusia ha sido el teatro de la guerra verdadera, la lucha implacable, sin las convenciones de la comunidad civilizada de Occidente. Hemos visto tales cosas sobre el frente oriental, que para nosotros, el abatimiento del hombre bajo las miserias de su naturaleza, apenas si consigue oscurecer bajo la visión de lo heroico que allí se había hecho cotidiana y la sublimidad representación de los gestos y de las voluntades empeñadas osadamente en lo imposible”[7].
Su relato comienza en los últimos días de octubre de 1941 (por tanto, esa parte de la crónica corresponde únicamente al testimonio de Juan Manuel de la Aldea), con la visita a Novgorod, donde deambuló por el Kremlin (contempló un busto de Lenin derruido). Cerca del Palacio de Vorochiloff tuvo la ocasión de entrevistarse con una anciana profesora de pintura, desempeñada años atrás en la Universidad de Leningrado. El supuesto diálogo que entre ellos se establece constituye un claro acto de propaganda anticomunista, muy al gusto del lector español:
“Los comunistas son una minoría que tiene oprimido el país. Nosotros somos rusos no bolcheviques y agradecemos a Alemania esta liberación. El pueblo ruso es profundamente religioso; y a pesar de que luchan desesperadamente por desarraigar nuestras creencias, sí parece que lo consiguen en algunos sectores de la juventud, la universitaria especialmente, se estrellan contra la masa de la población, que guarda en sus casas los iconos y reza en la intimidad… El bolchevismo ha sido el mayor fraude en todos los órdenes al pueblo ruso. Ahora, vea usted, se les llenaba la boca hablando de nuestro ejército y del poderío militar de nuestra Patria. Todo era engaño. No ha resistido ni el primer choque. Mentira es la única palabra adecuada para hablar del bolchevismo”[8].
En mayo de 1942 presenció la batalla de Charkow (Járkov), en la que el Ejército Rojo perdió a más de dos cientos mil hombres[9]. Pocos meses después se trasladó al sureste de Stalingrado, en la ciudad de Schutov. Atendiendo a su testimonio, asistió a una reunión de mandos de la Wehrmacht en las horas previas de la gran ofensiva sobre la ciudad: “En una mesa alargada se extienden mapas y lapiceros. De un lado está von Hoth, jefe del grupo de ejércitos que operan en el sector; el general Dragalina, jefe del VI Cuerpo del ejército rumano…”[10]. Especialmente valiosas fueron las descripciones que hizo de las tropas transilvanas y de las bajas que sufrieron: “En menos de diez días de combate, hubo unidades que perdieron más de un setenta por ciento de sus efectivos, y no era extraño presenciar junto a los puestos avanzados, montones de hombres heridos, que agazapados en un hoyo cualquiera, desangrándose y muriendo de sed y de dolor, fallecían en el más completo de los abandonos, sin que una sola queja brotase de sus labios”[11].
Acompañado por Nieto Funcia viajó hasta Odesa a finales de septiembre de 1943, punto en el que pudieron dialogar con el rector de la Universidad de dicha ciudad, el doctor Ceasovnicov, que les explicó los “procedimientos ilegítimos y bárbaros” aplicados por los dirigentes soviéticos en el campo de la educación[12]. Como es lógico, aunque el relato de estos periodistas prescindió en todo momento de la premisa de la objetividad, su testimonio es relevante para entender cómo una parte de la España franquista, encabezada por el sector más radical de Falange, contempló la lucha contra la URSS como propia, por lo que no dudó –ya fuese a través de la armas (División Azul) o la pluma- en oponerse a la ideología comunista con todas sus fuerzas.
[1] ABC, “Vida cultural. Don Trinidad Nieto Funcia”, 23 de diciembre de 1955.
[2] Labor, “Cómo se administraban los periódicos de la Falange”, 10 de noviembre de 1942.
[3] ABC, “Delegación Nacional de Prensa. Las becas para el extranjero”, 4 de junio de 1943.
[4] AGA, Cultura, caja 1553, 7 de julio de 1943.
[5] Hoja del Lunes, “Delegación Nacional de Prensa. Conferencia del señor Nieto Funcia”, 18 de octubre de 1943
[6] El Español, “Lamentable y misérrimo estado del niño ruso. Rigor y dureza del régimen bolchevique (por Juan Manuel de la Aldea), 4 de diciembre de 1943.
[7] HERNAN-BASTIDA: Rumanía. De la Guardia de Hierro a la Guardia Roja. Barcelona: Luis de Caralt, 1945, p. 95.
[8] Ibidem, pp. 100-101
[9] BEEVOR, Antony: Stalingrad: The Fateful Siege. New York: Viking; 1998, pp. 63-64.
[10] HERNAN-BASTIDA: Rumanía. De la Guardia de Hierro… p. 111.
[11] Ibidem, p. 113.
[12] Ibidem, p. 102.
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