Dr. Antonio César Moreno Cantano
Cumplidos setenta años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el gran público no deja de estar interesado por toda cuestión relacionada con el mismo. El reciente estreno en TVE1 de la serie Hijos del Tercer Reich (traducción libre de Unsere Mütter, unsere Väter) y el éxito de audiencia alcanzado es un claro ejemplo. Uno de los temas más atrayentes de esta producción alemana es el análisis de la violencia que afectó a todos los miembros de la sociedad germana, en especial a los miembros de la Wehrmacht que combatieron en el llamado Frente del Este. Como expondremos en estas breves líneas, dos periodistas españoles –a través de la obra Rumanía. De la Guardia de Hierro a la Guardia Roja (1945)- fueron testigos privilegiados de batallas tan tristemente famosas como las de Stalingrado.
Nos referimos a Juan Manuel de la Aldea (del que ya analizamos en este mismo blog su faceta como espía en el Madrid republicano durante la Guerra Civil) y Trinidad Nieto Funcia.
Este título, publicado en 1945 bajo el pseudónimo de Hernan-Bastida, describía los aspectos más relevantes de la vida política y cultural en Rumanía desde la fundación del movimiento de carácter fascista de la Guardia de Hierro, liderada por Cornelio Z. Codreanu; pasando por el régimen del mariscal Mihail Antonescu y su adhesión al Pacto Tripartito de noviembre de 1940; el relato del papel del ejército rumano frente a la URSS; concluyendo con la firma del armisticio de 1944 con los Aliados, fecha a partir de la cual cayó bajo el influjo soviético. La obra recibió elogiosas críticas de personajes tan destacados como el filósofo e historiador rumano George Uscatescu, que comentó que: “el libro de Hernán-Bastida se acerca al problema que estudia con un verdadero afán de buscar, entre la maraña de datos y de informaciones que posee unas líneas esenciales, unas realidades íntimas, las únicas que pueden dar una explicación suficiente a las manifestaciones del drama rumano”[1].
Tanto De la Aldea como Nieto Funcia habían establecido una especial vinculación con el país transilvano, tanto por motivos ideológicos (hermandad entre Falange y la Guardia de Hierro) como profesionales, ya que ambos estuvieron destinados en Bucarest como periodistas durante la Segunda Guerra Mundial.
El primero de ellos, Juan Manuel de la Aldea, fue nombrado Agregado de Prensa en la capital rumana el 15 de agosto de 1941. Desde un primer momento reclamó a Madrid un nuevo espacio y presupuesto para poder afrontar su trabajo, pues allí no existía –según su criterio- una Oficina de Prensa en sentido estricto, sino unos simples despachos de la Legación dedicados a tal fin: “por carecer, se carecía de local, de muebles, de material y hasta de ¡máquina de escribir!”[2]. Reclamaba también al vicesecretario “interino” de Educación Popular, José Jiménez Rosado, la mayor cantidad posible de prensa y propaganda para saciar “la avidez existente en este país para documentarse sobre España”[3]. No es casualidad que el nombramiento de Juan M. de la Aldea se produjese sólo dos meses después de la creación de la Vicesecretaria de Educación Popular (VSEP), ya que dicho organismo mostró una preocupación manifiesta desde sus comienzos por intensificar la propaganda del régimen franquista en el exterior. La adscripción de este agregado de Prensa a Falange –era al mismo tiempo Inspector Extraordinario de Información de FET y de las JONS- permitió a la VSEP disponer de un hombre de confianza con el doble status de diplomático y de miembro del Partido, pudiendo así contar con una amplia libertad de movimientos frente a sus superiores en la Legación de Bucarest, primero José Rojas y Moreno, y posteriormente Manuel Gómez y García de Barzanallana.
En septiembre de 1941, Juan M. de la Aldea visitó junto a una comitiva integrada por directores y redactores de los diarios Informaciones, Arriba, Pueblo, Ya, Alcázar, ABC y EFE, Bucarest y Sofía invitados por las autoridades rumanas y búlgaras, que les agasajaron con discursos y recepciones y con una campaña de prensa laudatoria hacia el régimen español. El encuentro sirvió para conocer de cerca el sistema del nuevo orden europeo que se implantaba en el centro-este de Europa. Esta travesía y el mayor conocimiento de la vida rumana permitieron a Aldea intensificar su labor y mandar sus primeros correos de valía a España. Dentro de este material propagandístico se hallaban artículos sobre la División Azul o sobre cualquier cuestión política española de interés aparecida en los medios rumanos. Asimismo, esta delegación de Prensa elaboraba abundantes artículos sobre la presencia de España en el continente europeo, como por ejemplo “España al servicio de Europa” o “Presencia de España”, que eran distribuidos a posteriori entre los principales diarios y revistas rumanas, como Vremea. Junto a este tipo de informaciones, Juan M. de la Aldea tenía ideado elaborar una serie de estudios de carácter literario sobre el humanista hispano Juan Luis Vives y sus “famosos manifiestos anticomunistas” del siglo XVI. Además, se estaba negociando con el ministro de Prensa y Propaganda, Alexandru Marcu, el intercambio de material cinematográfico tendente a exaltar las realizaciones e historia reciente de ambos países[4]. Las buenas relaciones con el Gobierno de Antonescu se plasmaron en la firma de un acuerdo cultural en marzo de 1942 que buscaba impulsar el intercambio en el campo de la ciencia, música, pintura y radiodifusión, así como facilitar la creación de lectorados o cátedras de español y cultura española. Esta espiral de buen entendimiento condujo a que el propio Ministro de España en Bucarest, José Rojas, recibiese la Gran Cruz de la Corona de Rumania. El mariscal Antonescu le impuso dicha condecoración en un acto protocolario marcado por un discurso puramente fascista alusivo a la unidad de ambos países por la lengua, la raza y la lucha contra el bolchevismo[5]. Esta generosidad fue correspondida por parte del agregado de Prensa español proponiendo, a su vez, la condecoración de diversas autoridades y periodistas rumanos en el mes de julio de 1943.
Durante los años 1942 y 1943, Aldea desarrolló una prolífica actividad en Rumania y en la zona de los Balcanes. A finales de 1942 realizó un viaje de documentación y estudio en Bulgaria y Turquía[6]. En marzo de 1943 se le impuso la Corona Rumania con espadas, en reconocimiento de su actuación a favor de las relaciones hispano-rumanas. Además, consiguió que Alexandru Marcu se comprometiese a intensificar la propaganda del régimen franquista en las columnas de los diarios rumanos a partir de los artículos que redactasen periodistas españoles. El número de artículos sobre España se incrementaría a seis u ocho mensuales y la temática que se recomendaba tratar giraba en torno a la División Azul (episodios “heroicos” documentados siempre que fuese posible con fotografías), la lucha contra el Comunismo (procurando mencionar a Rumania y al “heroísmo de su Ejército”), el Caudillo, el Movimiento y ciertas informaciones de orden económico que reflejasen la “reconstrucción” del país. Como contrapartida, los diarios españoles tendrían que mostrar un mayor “acogimiento” a las noticias sobre Rumania, a pesar de que –como escribía el agregado de Prensa- “están sumamente satisfechos con la actual actitud de la prensa española hacia Rumania”[7].
Ese mismo mes de marzo, Juan M. de la Aldea abandonó de manera temporal Rumania para resolver en España una serie de asuntos personales. Entre estos se encontraban el organizar el funeral de un hermano fallecido en el frente ruso y la fuerte nostalgia que sentía su mujer de su familia, “que al fin al cabo es una criatura y cuya larga separación necesitaría la compensación de una breve estancia cerca de los suyos”[8]. Su ausencia, prolongada entre los meses de marzo y junio, fue suplida al frente de las tareas propagandísticas por el Ministro de España en Rumania, José Rojas, que realizó gestiones durante ese periodo encauzadas a incrementar los intercambios de prensa española con prensa rumana[9].
A su regreso, Aldea tuvo que preparar el material propagandístico que España presentaría en la Exposición Anticomunista que se iba a celebrar en la capital rumana el 22 de junio de 1943. La Exposición, cuyo verdadero título era “Rumania en guerra de 1941 a 1943”, se reducía a la exhibición de imágenes que retrataban “fielmente para la posteridad, el salvajismo vandálico de los dirigentes de la revolución bolchevique y de los miembros que la integraban”. España, pese al escaso espacio dedicado a la parte internacional, presentó varias composiciones fotográficas sobre “La revolución española: Asturias”; “El asesinato de Calvo Sotelo”; “Enérgica acción del Generalísimo Franco y puesta en valor del patriotismo español que consigue vencer el comunismo”; y “Actuación de la francmasonería en España y la devastación realizada en España por los asesinos bolchevizantes de la llamada zona roja”[10].
Las facilidades que los servicios exteriores franquistas recibían en Rumania no encontraban correspondencia en el trato dado a la Representación transilvana en España, que no gozaba prácticamente de apoyo estatal. El Ministerio de Propaganda Nacional se extrañaba de que la Asociación hispano-rumana Trajano mostrase una actividad en aumento en su país, mientras que su réplica ibérica “no hace absolutamente nada”, achacando esta pasividad “a las dificultades con que tropieza cerca de las Autoridades españolas”. Sin embargo, la realidad era muy distinta. La Trajano española, a diferencia de su homóloga rumana, no disfrutaba de subvención oficial[11]. Quedaba claro, en este sentido, que muchas de las iniciativas propagandísticas impulsadas por la Vicesecretaría de Educación Popular carecían de sentido práctico, ya que no disponían de los medios económicos necesarios para su puesta en marcha. Estas circunstancias, no obstante, no menoscabaron el decidido respaldo que encontró Aldea en su actividad diaria, lo que se reflejaba en el soporte y empuje que los medios periodísticos rumanos ofrecieron a la celebración del 18 de julio. Aparecieron numerosos artículos sobre este tema en diarios como Universul (“El aniversario de la revolución Nacional española”); Curentul (“Así eran los rojos”y “La primera derrota de los soviets: 18 de julio de 1936”) o Viata (“La revolución y el renacimiento de España”, firmado por Stefan Ionescu). De igual manera, el buen hacer de este agregado consiguió que incluso algunos diarios de la cercana Turquía recogiesen en sus páginas esta celebración. Era el caso, entre otros, de Beyoglu e Istambul y los artículos “En conmemoración de un aniversario” y “18 de julio, Fiesta Nacional de España”[12]. Todas estas acciones recibieron el calificativo de “magníficas” por parte de sus superiores[13]. Lo que no evitó que Juan M. de la Aldea se mostrase nuevamente disgustado por el escaso interés –según su opinión- que la Delegación Nacional de Prensa revelaba hacia su persona, pues en las últimas semanas (noviembre) no había expresado ni una sola palabra sobre los artículos que trasladó a España. Era, en su parecer, un claro signo de “desaprobación”, por lo que decía que de aquí en adelante se limitaría a enviar crónicas telegráficas, que pese a su elevado coste permitían conocer la actualidad rápidamente y le ahorraban esfuerzo.
Llama la atención la interpretación que en este mismo escrito realizaba Aldea sobre el desarrollo de la guerra, aventurando que los Ejércitos de la URSS no podrían, a pesar de sus progresivos éxitos, derrotar de manera definitiva al Tercer Reich. Su creciente “fanatismo”, como él mismo confesaba, le llevaba a comunicar que “pese a todos los desastres imaginables, la causa del bolchevismo no podrá jamás triunfar pues está de antemano condenada a la derrota… Tal vez esté ciego u obcecado, de todas formas prefiero morir ciego que siendo testigo ocular de la repelente realidad de una victoria soviética”[14].
El Ministerio de Propaganda rumano dio muestras, por enésima vez, de su generosidad hacia la España franquista invitando al director del Correo Catalán y Presidente de la Asociación de la Prensa de Barcelona, Diego Ramírez Pastor, que impartió dos conferencias en el país, una en Bucarest y otra en Sibiù. Aldea acompañó al periodista catalán en su viaje a Odesa, para poder escribir desde allí alguna crónica de interés para España[15].
Las previsiones de Aldea, que anunciaba que el Reich alemán resistiría el empuje de Stalin, se fueron al traste en el verano de 1944. Los tanques soviéticos habían llegado a las puertas de los Balcanes. En Rumania, la situación se deterioró gravemente para los intereses españoles cuando el 23 de agosto un golpe de Estado encabezado por el rey Mihai (Miguel) hizo caer el régimen dictatorial encabezado por el mariscal Antonescu. Dos días más tarde, Rumania se pasaba al bando de los Aliados e iniciaba las hostilidades contra los alemanes[16]. Desde la ocupación por el ejército soviético las relaciones entre España y Rumania quedaron suspendidas, reduciéndose prácticamente al respeto de prerrogativas diplomáticas. El Gobierno rumano no pudo asegurar un tratamiento neutral al ministro español en Bucarest, Barzanallana, el cual se vio obligado a evacuar aquella capital durante el verano de 1945[17]. Juan M. de la Aldea se apresuró a salir mucho antes de Rumania, concretamente en agosto y sin la autorización de sus superiores, quedando suspendida desde ese momento la Delegación de Prensa y Propaganda de Bucarest. Posteriormente pasó a trabajar en la Sección de Prensa Extranjera de la Delegación Nacional de Prensa[18]. Sin embargo, no permaneció durante largo tiempo en ese cargo. En abril de 1945 escribía desde Zaragoza a Juan Aparicio suplicándole que se le concediera la Agregaduría de Prensa en Washington o la Corresponsalía de algún periódico en el extranjero. Su economía se encontraba en números rojos y el próximo nacimiento de su hijo no contribuía a mejorar la situación. La contestación que se le transmitió al hombre que había contribuido en el pasado próximo a proyectar en Rumania la imagen de una España nueva, anticomunista y aliada del Eje, que ocuparía un lugar privilegiado en la Europa de la esvástica y el fascio, no pudo ser más pobre: esta decisión correspondía a Gabriel Arias Salgado, por lo que no quedaba más alternativa que esperar[19]. Una espera que resultó estéril. El fin de la Segunda Guerra Mundial significó también la desaparición de la Vicesecretaría de Educación Popular, y con ella la poda de muchos proyectos y sueños latentes en las cabezas de los nombres más próximos a Falange, que tuvieron la desacertada convicción de que durante la contienda mundial España, merced su destino providencial y al esfuerzo que ellos mismos desarrollaron –por ejemplo en el campo de la propaganda-, podría recobrar el prestigio que siglos de “triste Historia” habían borrado. Juan M. de la Aldea constituye una muestra muy ilustrativa de ese desencanto.
[1] Revista de Estudios Políticos, nº 22-23, julio-octubre 1945, p. 407.
[2] Archivo General de la Administración (en adelante, AGA), Cultura, caja 263. “Escrito de la Legación de España en Bucarest al camarada José Jiménez Rosado”, 19 de septiembre de 1941.
[3] AGA, Cultura, caja 263. “Despacho n.º 3 de la Legación de España en Bucarest, Oficina de Prensa, al Camarada José Jiménez Rosado, 19 de agosto de 1941.
[4] AGA, Cultura, caja 263. “Actividades de esta Oficina de Prensa en Bucarest”, 3 de noviembre de 1941.
[5] EIROA, Matilde: Las relaciones de Franco con Europa centro-oriental (1939-1955). Barcelona: Editorial Ariel, Barcelona, 2001, p. 56.
[6] AGA, Cultura, caja 1553. “Despacho personal de la Legación de España en Bucarest, Oficina de Prensa, al Camarada Delegado Nacional de Prensa”, 13 de enero de 1943.
[7] AGA, Cultura, caja 1553. “Informe de Juan M. de la Aldea al Camarada Delegado Nacional de Prensa”, 21 de marzo de 1943.
[8] AGA, Cultura, caja 1553. “Despacho n.º 171 de la Legación de España en Bucarest, Oficina de Prensa, al Camarada Delegado Nacional de Prensa”, 23 de marzo de 1943.
[9] AGA, Cultura, caja 1553. “Escrito del Sr. Ministro de España en Bucarest al Delegado Nacional de Prensa”, 9 de junio de 1943.
[10] AGA, Cultura, caja 1553. “Breve reseña de la Exposición Anticomunista de Bucarest”, 22 de junio de 1943.
[11] AGA, Cultura, caja 1553. “Despacho n.º 216 de la Legación de España en Bucarest, Oficina de Prensa, al Camarada Delegado Nacional de Prensa”, 22 de junio de 1943.
[12] AGA, Cultura, caja 1553. “Despacho n.º 241 de la Legación de España en Bucarest, Oficina de Prensa, al Camarada Delegado Nacional de Prensa”, 23 de julio de 1943.
[13] AGA, Cultura, caja 1553. “Escrito de la Delegación Nacional de Prensa al Sr. Agregado de Prensa en Bucarest”, 6 de agosto de 1943.
[14] AGA, Cultura, caja 1553. “Despacho n.º 284 de la Legación de España en Bucarest, Oficina de Prensa, al Camarada Delegado Nacional de Prensa”, 16 de noviembre de 1943.
[15] AGA, Cultura, caja 1553. “Despacho de la Legación de España en Bucarest, Oficina de Prensa, al Delegado Nacional de Prensa”, 16 de noviembre de 1943.
[16] VEIGA, Francisco: La trampa balcánica. Barcelona: Ed. Grijalbo-Mondadori, Barcelona, 2002, p. 165.
[17] Eiroa, Matilde, Op. cit., p. 82.
[18] AGA, Cultura, caja 1104. “Despacho del Secretario Nacional de Prensa al Ilmo. Sr. Jefe de Personal del Ministerio de Asuntos Exteriores”, 23 de septiembre de 1944.
[19] AGA, Cultura, caja 1231. “Carta de Juan M. de la Aldea a Juan Aparicio” y “Carta de Juan Aparicio a Juan M. de la Aldea”, 4 y 21 de abril de 1945.
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