Alberto Cabello
El primer número de Tele/eXprés salió a la calle la tarde del 16 de septiembre de 1964. Nacía con el reto de ser el primer periódico privado que se editaba en Cataluña tras la Guerra Civil Española. En sus dieciséis años de existencia, se erigió en el diario de la progresía barcelonesa, siendo su etapa central –propiedad del conde de Godó y dirigido por Manuel Ibáñez Escofet– la más fructífera en el orden literario y cultural. Es entonces cuando se crea el suplemento “Tele/eXprés Literario”, que se convirtió en referente del sector más crítico de la sociedad. El periódico, de edición vespertina y cobertura en Barcelona, propició el diálogo entre las diferentes memorias colectivas y alternativas a la oficial del Régimen.
Las conexiones entre la España de preguerra y de posguerra; entre la España del exilio y la interior; entre la literatura autóctona y la extranjera, especialmente la alemana, la inglesa y la hispanoamericana; o entre la oficialidad del Franquismo y la cultura alternativa, minoritaria, de las denominadas lenguas periféricas, las literaturas extrañas y la narrativa de mujer… mantuvieron viva la cultura en un contexto nada propicio, como herramienta para desarrollar el juicio crítico del individuo y la sociedad.
El periódico disponía de la posición privilegiada del crítico e intelectual, formado en las aulas pero sobre todo en las librerías de viejo y clandestinas y en los viajes al extranjero. Ibáñez Escofet cohesionó un grupo de redactores jóvenes que no habían vivido directamente la Guerra Civil y que imprimieron a la publicación un aire moderno, europeo, progresista. Críticos como José Luis Giménez-Frontín, Robert Saladrigas, Josep Maria Carandell, Jaume Melendres, Esther Bartolomé Pons o José Miguel Mínguez. Y colaboradores estables como los hermanos Ana Maria y Terenci Moix, Manuel Vázquez Montalbán, Montserrat Roig o Joan de Sagarra, entre otros.
Uno sentía que, tras 40 años encerrado en el claustrofóbico espacio de la dictadura, ahora existía la oportunidad de empezar a ser libres. El diálogo entre presente y pasado, entre interior y exterior, el diálogo con uno mismo, sirvieron para forzar poco a poco y con precisión cirujana la cerradura del Régimen. Tal proceso se pone de manifiesto en dos etapas destacadas del diario: la primera, con el suplemento “Tele/eXprés Literario” (1974-1976); la segunda, con las secciones “Letras” y “Catalunya/Cultura” (1976-1980).
El suplemento: un diseño dialógico
El diseño del suplemento casa bastante bien con la visión ofrecida entonces por Pere Gimferrer, que centraba sus esfuerzos en desenmascarar el aparato cultural del Régimen. Según el poeta, durante el Franquismo se fabricó, manipulando la realidad literaria del momento, una falsa ruptura, un proceso de regresión a través del cual la dictadura rompía con el pasado inmediato para postular un ayer anacrónico, y ese ayer anacrónico se presentaba como el Hoy novedoso, como el Hoy válido en el panorama literario, cuando en realidad era una propuesta marchita, rancia, irrisoria -dice Gimferrer- que suplantaría al verdadero Hoy.
En el ámbito de la poesía, esas falsas rupturas se resumían en tres movimientos: neogarcilasismo, existencialismo y poesía del realismo histórico, según orden cronológico. El objetivo no era otro que aparentar una cultura propia. A partir del neogarcilasismo, se hacía tabula rasa para negar el pasado vanguardista anterior a la Guerra Civil y ligado por lo general al republicanismo político. Vanguardia que sí suponía, ya entonces, una auténtica ruptura, esto es, una evolución natural del panorama literario del momento que abría nuevos caminos de creación. Esa auténtica ruptura es la que Tele/eXprés empieza a recuperar entre finales de los 60 y principios de los 70.
El retorno a las vanguardias y al Surrealismo, el admirativo rescate de la Generación del 27, con Luis Cernuda y Vicente Aleixandre como principales referentes, o el descubrimiento de la poesía hispanoamericana de Lezama Lima… dan buena fe de la apuesta literaria de Tele/eXprés, que se propuso rescatar del olvido la tradición truncada por la contienda. Esto queda claro no sólo por el mayoritario número de críticas que se firman al respecto, sino también por el cualitativo significado de proponer a Josep Maria Castellet como portavoz del ideario crítico que habrá de guiar los pasos del suplemento ya desde el primer número, en enero de 1974. Cuando se le pregunta al crítico “¿Qué líneas va a seguir nuestra literatura en los próximos años?”, éste responde: “Es curioso reseñar un retorno a las actitudes de vanguardia de los años 20. Entre los nuevos elementos que ya se incorporan está el tratamiento de la lengua, en la búsqueda de una máxima expresividad”. Castellet encarna una evolución ejemplar de lo que busca Tele/eXprés: el cambio de sensibilidad literaria que se operó en los años 60 y 70. Entre su antología Veinte años de poesía española, de 1959, y su propuesta Nueve novísimos poetas españoles, de 1970, se produce un giro de 180 grados. Se abandona la estética del realismo militante o socialista; se apuesta por el surrealismo y las vanguardias.
En el ámbito de la novela, el diario recupera el tiempo perdido leyendo obras extranjeras, sobre todo en lengua alemana, pero también inglesa y francesa, y descubre con gozo la literatura hispanoamericana. También aquí las tesis de Gimferrer parecen guiar al suplemento. Si en poesía se partía de un falso punto cero (el neogarcilasismo), en la novela se parte poco más que de la nada. Los grandes novelistas tras la Guerra Civil son en buena parte los del exilio: Sénder, Max Aub, Rosa Chacel, Francisco Ayala… Y resulta que la recuperación del exilio novelesco es tan lenta como la del poético, “y acaso más todavía: cuando estos escritores llegan con normalidad al público peninsular, su obra […] se halla en la fase final de su evolución ”.
De ahí, en gran parte, que la crítica y los escritores peninsulares pongan su mira en la literatura extranjera. El atractivo del modelo alemán residió, entre otros aspectos, en la desintegración de la novela tradicional tal como la experimentó Hermann Broch y su generación. En la trilogía Los sonámbulos, Broch analiza la desintegración de los valores de la sociedad europea y a su vez rompe con la estructura literaria que le había dado soporte. ¿No es esta desintegración la que experimentan años después en España Juan Benet, Juan Marsé o los hermanos Juan y Luis Goytisolo? Víctimas de la desintegración tras una guerra, la europea, la española, ambas literaturas se sienten solidarias y se compadecen, se sorprenden a la vez de su capacidad de recuperación tras la tragedia.
En lo que se refiere a la novela hispanoamericana, ésta se abordó primero desde la bruma, palpando a ciegas y con aciertos puntuales y brillantes. Destaca, por ejemplo, la crítica de Pascual Maisterra en Tele/eXprés, de 1968, sobre Cien años de soledad, una de las primeras y más completas que se tienen de la época y que resulta un punto de inflexión para el diario. A partir de entonces, el periódico afina el olfato y se convierte en la casa de los autores más emblemáticos del boom: Vargas Llosa, García Márquez, José Donoso… Gran parte del atractivo de la novela hispanoamericana residió en la particular combinación del binomio historia-discurso, contenido y forma, que permitió dar salida a cierto compromiso político sin caer en la propaganda y garantizando la autonomía literaria. Frente a los detractores del boom, Tele/eXprés adoptó una posición intermedia, sensata, en la que valoraba el fructífero diálogo entre interlocutores.
Dentro de España, Tele/eXprés destaca por encima de todo la explosión antirealista de los hermanos Goytisolo (Recuento, Reivindicación del conde don Julián) y Juan Marsé (Si te dicen que caí), tremendamente críticos con el Régimen y que suponen la gran ruptura, respecto de la falsa ruptura o “rotura –así le gustaba denominarlo a Pere Gimferrer– que significó La colmena de Camilo José Cela.
Tiempo después, en las semanas previas al Día del Libro de 1975, el diario presagia el éxito de un joven valor aún desconocido: Eduardo Mendoza, cuya opera prima, La verdad sobre el caso Savolta, apunta hacia otro tipo de narrativa, menos experimental pero igualmente novedosa.
Poesía y novela constituyen sólo dos ejemplos de ese esquema dialógico que también se constata en otros géneros como la autobiografía y las memorias del exilio, el ensayo literario, el cuento o los múltiples géneros que pueden recogerse bajo el membrete de las mal denominadas “literaturas periféricas”, es decir, la catalana, la gallega y la vasca.
Las secciones culturales
Las secciones culturales recogieron el testimonio del suplemento tras su desaparición en marzo de 1976. Se observa en ellas un tratamiento posmoderno de la realidad literaria de la época: ocaso de las vanguardias, reivindicación de colectivos tradicionalmente excluidos como el de la mujer, las minorías sexuales, étnicas y culturales, la exaltación de los valores corporales, la diversificación y fragmentación de la realidad a través de la tecnología y los nuevos medios de comunicación de masas…
En este marco se percibe un análisis más complejo del fenómeno literario, visto no ya como una sucesión pendular de movimientos y generaciones, sino como una red de nudos que se interconectan unos con otros. Posmodernidad que, de hecho, ya se apuntaba en la etapa del suplemento, cuando Tele/eXprés se rebeló contra lo establecido por el Régimen. Aun cuando sin darse cuenta el diario caía en el error de la tradición del péndulo, imponiendo también una tendencia a sus lectores: vanguardias, Surrealismo, novela experimental…
Podría decirse que ahora, en las secciones culturales, el diario continua la hoja de ruta del suplemento, esto es, la de establecer un diálogo constante con aquellas memorias alternativas a la oficial del Régimen, pero la complejidad de una nueva etapa, cuyos años resultaron vertiginosos en todas las esferas, hace necesaria una vuelta de tuerca más.
Lo vemos, por ejemplo, en la poesía. En las secciones de Tele/eXprés subsiste la atención a las vanguardias pero se introduce un nuevo elemento, el de la fragmentación poética que caracteriza a los albores de la democracia, sobre todo en 1979 y 1980. El diario entabla relación con su diversidad más coetánea, que se traduce en dos manifestaciones singulares: la micronuclearización y la descentralización. Hasta entonces, groso modo, el régimen franquista había propiciado el choque entre la poesía oficial del Garcilasismo de los 40 y la respuesta contestataria de la poesía social de los 50. A estas etapas, seguirían la de los novísimos y los posnovísimos, hasta situarnos a finales de los 70 con una eclosión poética de diversos estilos, temas, idiomas y tendencias. El diario se hace eco de varios encuentros entre poetas en lengua castellana y catalana y se extraen, por contraste, interesantes conclusiones sobre una y otra poesía. Nuevamente, Josep Maria Castellet es la voz autorizada para el diario: “No ha existido, a partir de 1939, en Catalunya, ni una poesía fascista como la que sí hubo en castellano, ni una poesía de partido como la que practicaron Alberti o Celaya, con odas a determinadas personalidades. La imperiosidad de la lucha por la recuperación de la lengua, tras la brutal represión de la posguerra, ha configurado a la poesía catalana con unas características especiales, alejadas de aquellos dos extremos”.
Por otro lado, Tele/eXprés pone al descubierto las injusticias de la denominada publicidad generacional, rescatando a poetas postergados como Alfonso Costafreda. En 1974, y a través de un artículo que firma en Tele/eXprés, Jaime Gil de Biedma reconoce que él fue el culpable de excluir a Costafreda de la antología Veinte años de poesía española (1939-1959), a cargo de Castellet.
En la novela, triunfa definitivamente la preferencia por lo alemán y por aquellos autores que recuerdan a España su momento actual. Robert Musil, Hugo von Hofmannsthal, Hermann Broch… se convierten en referentes de una novelística que, para expresar el mundo que les rodea, necesitan de nuevas formas de expresión.
Pero lo más singular en esta nueva etapa es, como decíamos, la reivindicación de colectivos, comunidades y literaturas tradicionalmente excluidas. Hay, como en poesía, una eclosión de temas y estilos. Se abordó, por ejemplo, la influencia de la literatura brasileña e incluso su carácter fundacional en la gestación del boom, y se denunció la oficialidad de la crítica centralista española, que censuró todo aquello que no fuera castellano. Sin abandonar, por otro lado, a los intocables García Márquez y Vargas Llosa, que continúan ocupando un puesto destacado en el diario, se abordaron figuras más polémicas como las de Manuel Puig o Guillermo Cabrera Infante.
En España se abre paso la temática homosexual y otros tabúes como la masturbación y las relaciones extramatrimoniales. Hacia finales de los 70, otro colectivo tradicionalmente excluido, el de la mujer, empieza a hacerse un hueco en la narrativa, pese al lastre de una visión paternalista aún vigente. Y triunfa por último la novela policíaca, expresión directa de la democracia burguesa que se empieza a gestar en el país y que Tele/eXprés analiza profundamente.
Tras la muerte del dictador, en definitiva, y a medida que la sociedad despierta de su larga anestesia, son varios los frentes que interesan al diario como expresión directa y multiforme de la sociedad que perseguía un futuro mejor.
El diario sentía que jugaba un papel importante en el proceso de regeneración democrática y centró sus esfuerzos en promover la cultura como herramienta de cambio. Y todo acompañado por un contexto educativo, cultural, social, político… realmente complicado que, entre otras cosas, no favorecía lo suficiente la lectura de libros y periódicos. Por eso debemos poner en valor la apuesta del diario barcelonés por conseguir un diseño atractivo, marcado por el inconfundible color sepia del suplemento y por la inteligente distribución de los elementos periodísticos. Si bien no se alcanzaron los índices de lectura que hubieran sido deseables para una ciudad europea, el esfuerzo quedó recompensado por la fidelidad de un público –la progresía barcelonesa y, especialmente, los jóvenes universitarios y los miembros de la Gauche Divine– cualitativamente muy importante. En esos lectores, y en el cuerpo de periodistas que hizo posible ese oasis del periodismo barcelonés, empezó a gestarse parte de la transición cultural y social que precedería –y aun posibilitaría– la transición política tras la muerte del general Franco.
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