Xavier Vinader
Ha sido policía durante dos años y medio. Policía de a pie, con uniforme gris, con casco y con porra. Estuvo en la Academia Especial de Canillas (Madrid), le destinaron a Valencia, Alicante y finalmente a Euskadi. Ha disuelto manifestaciones, como él mismo dice, «machacando al personal» y ha sentido miedo a las balas de ETA. Al final, el uniforme se le hizo insoportable y la vida en los cuarteles asfixiante, hasta que se decidió a pedir la baja e irse. Ahora ha resuelto contar con pelos y señales, cómo es por dentro la vida de un cuerpo como el de la Policía Nacional.
«Desde que murió Franco, en la Policía no ha cambiado mucho. Aquí se murió el massa pero siguen los capataces. Lo de los cambios dentro de la Policía -por muchas declaraciones que se hayan hecho- es un cuento chino. En este cuerpo es imposible cambiar nada si primero no se cambia toda la oficialidad que existe actualmente. Yo entré en la Academia con una cierta ilusión porque consideraba esto como un trabajo muy digno, pero pronto empecé a darme cuenta que allí dentro lo único que preocupaba era el formar gente que fuera fácilmente manejable. Los policías siempre hemos sido utilizados por el poder. Nos utilizó Franco durante cuarenta años de dictadura, y ahora continuamos siendo utilizados por Suárez. En cuanto comprendí todo esto y me di cuenta de que si seguía un año más terminaría por aborregarme, pedí la baja, cogí la puerta y me fui».
– Se llama Francisco Ros Frutos, es murciano, tiene 23 años y ha sido miembro de la Policía Nacional hasta hace tres meses.
«Hasta el día que me cansé de ser una pieza más de engranaje. Hasta que me harté de que pensaran por mí y de salir a la calle a golpe de pito para machacar al personal con la porra.»
- ¿Pero por qué quieres contar tu experiencia como policía?
- Porque pienso que si cuento toda una serie de circunstancias por las que yo he pasado, a lo mejor evito que tengan que pasarlas una serie de jóvenes que estan en situaciones parecidas a las mías. Conmigo, seguramente, fallaron los planes de estudio de la Academia Especial. Nunca asimilé sus enseñanzas. Yo nunca he visto -como se nos decía constantemente- a cada ciudadano de la calle como a un enemigo en potencia. Si ser policía en España significa simplemente eso, ver enemigos potenciales por todas partes, yo nunca he sido policía.
Paternalismo y captación
- ¿Cuáles fueron tus motivaciones para entrar en el cuerpo de Policía?
- Las motivaciones tuvieron su origen en una serie de circunstancias familiares bastante dramáticas. Yo me eduqué en el Colegio La Merced de los Maristas, de Murcia, y fui un niño bien hasta los 17 años en que, por necesidades familiares, tuve que ponerme a trabajar con una excavadora en una cantera. Por entonces la cuestión del cuerpo de Policía era ya una especie de fantasma familiar que me rondaba, pues desde que un tío mío ingresó en el cuerpo 14 o 15 años antes y empezó a hacer propaganda de su nueva vida, había conseguido meter allí a cinco o seis miembros más de la familia, entre primos y sobrinos. Yo siempre había luchado contra esas influencias, pero a los 20 años las cosas en mi casa se pusieron repentinamente muy mal. Mi madre enfermó de cáncer, mi padre se quedó sin trabajo, y a mí me llamaron a quintas. Entonces me tocó elegir entre estarme un año entero sin trabajar, ni ganar un duro con la ruina que teníamos encima, o dejarme convencer para salir adelante. Y elegí lo segundo. Mi madre murió una noche, y cuando, por la mañana, mi padre me mandó ir a arreglar el problema de la funeraria, en vez de ir allí, siempre acompañado por aquella especie de «órgano de propaganda» que es mi tío, fui al cuartel de la Policía de Murcia a firmar mi solicitud de ingreso. Así, al mes siguiente fui a hacer el periodo de instrucción a Cerro Muriano (Córdoba) y allí empezó todo.
- ¿Qué es todo?
- Pues que cuando se llevan en el CIR aproximadamente seis semanas, un buen día aparecen por allí un grupo de los que ellos llaman de «captación» y que está formado por oficiales y policías debidamente entrenados. Estos empiezan a tomar copas en el bar para que el recluta observe la confianza y camaradería que hay en las Fuerzas de Orden Público, luego te dicen que allí no hay jefes, que son una pandilla de amigos, que se reúnen por la mañana en el cuartel para coger al bandido de turno y te aseguran un sueldo que, según en qué ambientes, resulta fabuloso. A todo esto le añaden grandes exhibiciones de armamento. Posteriormente, y cuando cada cual ha visto «el ideal de vida», viene uno de los oficiales, nos mira a cada uno con ojos paternales y después de hacer una apología del Dios, Patria y Justicia, que no pasa de ser un ligero apunte de lo que vendrá después, nos dice que de aquí a cuatro años seremos casi todos oficiales de policía, quitando a algún que otro retrasadillo que se quedará en sargento. Después de aquello, en la mayoría de la gente ya no hay más dudas y descubre su «vocación» policial. Te examinan físicamente, se pasa un examen escrito, que consiste en un dictado de cinco líneas, donde te dicen incluso como se pone cada palabra, una suma y una multiplicación y, al fin, tras estas «duras» pruebas se consigue entrar en el grupo de elegidos que van a la Academia Especial de Canillas, en Madrid.
- ¿Cómo es la vida en la Academia de Policía?
- Lo primero que se siente cuando se entra en la Academia es una sensación de inferioridad. Todo aquello está preparado para esto. Sólo ves edificios grandes, patios cerrados y gente uniformada y muy seria. Además, como la Policía es la única empresa que elige sus operarios entre la gente menos formada para así poder formarlos ella, en sus aulas no suelen verse nunca grandes cerebros. Ten en cuenta que es mucho mas cómodo meter ideas en un individuo que esté en blanco, que no tener que sacar las que lleve ese individuo previamente en la cabeza. Al poco tiempo de estar allí te das cuenta de que la Policía no es una institución social apolítica, como los mandos quieren dar a entender, sino que sigue una línea política muy significativa, una línea política basada principalmente en los principios de instituciones oficialmente extinguidas, como la Falange y el Movimiento. Allí entran personas más o menos normales y cuando salen tienen que haberles cambiado la forma de andar, de vestir, de comportarse y hasta la forma de vivir. Es más, la gente, cuando sale de la Academia, tiene una cierta vergüenza de su vida anterior. Se entra con un nombre y se sale con un número.
«No contestar, no responder, no pensar»
- ¿En qué consiste el curso de policía, qué materias se estudian?
- El curso de policía consiste en educarnos en la vida militar, en la vida castrense, en enseñarnos a no contestar, no responder, no pensar. En los cien días del curso lo que se hace preferentemente es gimnasia e instrucción. En la formación de los policías españoles tiene mucha más preferencia la formación física y la disciplina militar que su formación cultural. Creo que, entre todos, teníamos unos once libros y folletos dedicados principalmente a topografía, tiro, armamento, formación policial – que es un manual donde se explican ciertas actuaciones en la calle a nivel teórico y con arreglo a lo que antes se llamaban Leyes Fundamentales -y unos pequeños apuntes de cultura, donde básicamente sólo se habla de las «aberraciones del comunismo importado de Rusia», los tres «años triunfales» de nuestra guerra civil y se define a Franco como un genio y un «prodigio de capacidad». Para que tengas idea de la preparación que se nos da te diré que al final del curso la mayoría sólo sabía las cuatro reglas, el sistema métrico decimal y algunos aventajadillos los números romanos. Lo que sí hacíamos bien, porque era lo que más interés tenían en enseñarnos, era limpiar pescado en la cocina, dar cera a los suelos, netol a los dorados y mucha lejía a los retretes. Eso y pasar revistas de pelo, de botas y de lo que fuera. Revistas a todas horas, muchas revistas.
- En resumen, que no enseñaban nada práctico…
- En la Academia es donde se empieza a ver que el mayor enemigo del policía nacional es el jefe. Y por eso, cuando vas a una guardia, hay que estar más pendiente del oficial que de lo que pasa en la calle. Para mí, el cien por cien de los jefes del cuerpo de Policía cobra su sueldo con la única misión de mantenernos a raya.
«Las compañías de reserva están llenas de fanáticos»
- ¿Existe alguna diferencia entre vuestra formación policial y la de los miembros de las Compañías de Reserva General?
- En principio no; en la Academia todos recibimos las mismas enseñanzas. Luego cuando salimos y elegimos destino, la mayoría empezamos a hacer servicios de calle, pero los que eligen las Compañías de Reserva General reciben de nuevo una instrucción aparte que consiste en gimnasia, instrucción teórica y clases de mentalización diarias. Se les prepara para actuar en el momento que sea necesario, para reprimir y disolver donde y cuando haga falta. Las Compañías de Reserva General son lo más fascistas que te puedes tirar a la cara. En ellas sólo entran los más fanáticos, los solteros, los más agresivos y los zumbados que, estando casados, tienen deseo de notoriedad. Los «antidisturbios» de las Reservas viven en un círculo cerrado dentro de los cuarteles, se integran entre ellos mismos y cada día reciben un lavado de cerebro. No hacen más servicios que actuar en la calle en caso de extrema necesidad. No están para nada ni para nadie, solamente para machacar cuando se les ordena. Tienen que estar siempre pendientes de una maleta y de una llamada. Y si salen a la calle tienen la obligación de llamar al cuartel cada dos horas por si se les requiere en un momento determinado.
- ¿En general, cómo son los mandos de la Policía española?
- La oficialidad de la Policía Nacional se divide en dos grandes grupos: los oficiales que siendo militares pasan al FOP o aquellos que ascienden dentro de las mismas fuerzas. En el primer caso, se trata de hombres que eligen la carrera militar por vocación, o sea amantes de la acción; y eso, en una nación en paz, es algo imposible de conseguir, por lo que se convierten en militares frustrados y eligen las fuerzas de Policía para darle salida a esas «ganas de marcha» que llevan dentro. Esos oficiales son los que escogen con preferencia las Compañías de Reserva General (CRG); con ellas bajo su mando se realizan íntimamente. Así es posible que se den casos como el de Rentería, y otros de triste recuerdo. En el otro grupo están los que ascienden por aburrimiento. Burócratas que nunca pisan la calle ni conocen los problemas que nos encontramos en ella y que para ascender sólo tiene el método de la espera de muchos años. Estos señores miran con respeto y admiración a los oficiales del grupo anterior porque tienen algo que ellos nunca podrán tener: juventud y cultura. Este tipo de militares tiene un gran complejo de inferioridad; son bastante ineptos a la hora de tomar decisiones y como se ven elevados al rango de tenientes o capitanes, en un deseo de emular a los militares de carrera, exageran hasta puntos insospechados la disciplina militar.
«No somos populares porque la gente tiene memoria»
- ¿Tú, por qué crees que los policías no sois muy populares en este país?
- Porque la gente tiene memoria. Porque hace tan sólo cuatro años que hemos salido de un régimen duro donde jugamos un papel bastante nefasto y ahora se nos sigue mirando aún como años atrás. Además, en el Cuerpo de Policía se tiene tendencia a abusar de la autoridad. Como la mayoría de los policías son un poco incultos, para evitar situaciones embarazosas en la Academia se les aconseja que hablen con frases cortas, que no conversen en la calle y que, ante cualquier duda, se lleven al individuo a comisaria, que allí siempre habrá un comisario -con el bachiller hecho, claro- que lo arreglará todo. Yo en Valencia, una vez tuve que coger a un compañero por las solapas porque estaba forrando a hostias a un chaval que le pareció verlo reír cuando pasábamos. Cosas como esa son las que nos han hecho impopulares.
- ¿Y a todo eso habrá que añadirle las «modernas» ordenanzas de Carlos III con la que os regís hasta ahora, no?
- Efectivamente, la Policía española se rige por el mismo Código que el Ejercito de Tierra, lo cual estaría bien si nosotros fuéramos señores que van a hacer 15 meses de mili o hubiéramos elegido la carrera militar, con todas las «ventajas» que eso conlleva. Pero no, nosotros no somos ni hemos pensado nunca ser militares, sino policías, o más bien profesionales del orden público, por lo cual creemos que es una indignidad que nuestras faltas se castiguen como si fuéramos reclutas. No es lo mismo andar por un cuartel por un periodo determinado de tiempo, que pertenecer a unas fuerzas en las cuales teóricamente se debiera cumplir el horario establecido de trabajo como cualquier obrero español, con la esperanza de volver a casa al terminar la jornada. Pero eso aquí es imposible, porque el mando -que es una especie de enemigo que tenemos dentro de casa- en virtud de no sé qué código laboral o moral tiene poder para retener a un padre de familia fuera de las horas de trabajo, o impedir el normal desarrollo de la vida familiar y social del policía de a pie.
- ¿Cuál fue tu primer destino al salir de la Academia?
- Me destinaron a Valencia los tres primeros meses de práctica, que luego se prorrogaron otros seis meses más en la misma ciudad. Allí lo primero que hice fueron retenes y patrullas de calle. Los días que no teníamos ese servicio nos encerrábamos en el cuartel y jugábamos a las cartas hasta que nos avisaban para disolver alguna manifestación que se producía en la calle.
«Dar palos es una forma de evadirse»
- ¿Recuerdas la primera vez que tuviste que disolver una manifestación a porrazo limpio?
- Sí, fue en el Mercado Central de Valencia cuando los vinicultores empezaron a manifestarse contra unas importaciones que se habían hecho y que les perjudicaban. Recuerdo que pasé un miedo terrible. Al principio, ver toda aquella masa de gente delante de ti impone mucho, pero luego cuando ya te has mentido en el fregao no te acuerdas de nada y sólo están por dar palos. A veces, en esas situaciones, dar palos a diestro y siniestro es una forma de evadirse, de liberarse. El día que hubo esa manifestación en el Mercado Central de Valencia coincidió con la visita del general inspector Timón de Lara a la ciudad, por lo que se habían suprimido los patrullas de calle y se nos había encerrado a todos en los cuarteles para que nos pusiéramos guapos a esperar al general. Entonces, cuando llegó el aviso de la manifestación, se armó un cirio y mandaron una sección -20 hombres- al mando de un sargento para que se hiciera cargo de la situación. A mí me tocó ir con ellos y cuando llegamos al lugar nos encontramos con que los manifestantes habían puesto por delante una comparsa de casi cien jubilados, que utilizaban como barrera pensando que nosotros no íbamos a cargar contra ellos. Detrás de los vejetes iban los verdaderos cascantes lanzándonos patatas, huevos y tomates hasta que, en un momento dado, el sargento mandó cargar. Al principio nosotros no obedecimos porque, como éramos novatos, nos daba vergüenza pegar a los viejecitos, pero como el sargento nos empezó a amenazar optamos por apartar primero a los ancianos, metiéndoles en los portales para despejar el terreno y cargar contra el resto de los manifestantes. Allí hubo leñazos a granel, pero dado que éramos pocos nos inflaron a hostias enseguida. Pararon un camión de Coca-Cola que pasaba por allí y empezaron a botellazo limpio. Vi partirse cantidad de cascos y numerosos contusionados. Tuvimos 14 heridos y llegó un momento en que se nos acabaron las balas de goma, los botes de humos y todo. La situación se hizo desesperada pero tuvimos que aguantar, parapetados detrás de los coches y como podíamos, casi dos horas más porque como en aquellos momentos el general estaba pasando revista y no era posible enviar más refuerzos hasta que éste se terminara. Yo creo que ésa ha sido la primera y única vez en Valencia que la Policía ha salido a machacar al personal vestida de gala, con camisa blanca, guantes blancos, casco y escudo. Todo un cuadro.
«Sales de la «tocinera» a cascar lo que sea»
- ¿Durante algún conflicto callejero has vivido alguna situación de peligro especial?
- Bueno, supongo que muchas. Pero recuerdo una de Burjasot (Valencia), un mes de agosto en que la gente estaba sin agua hasta que se lanzaron a la calle para protestar por aquella situación que no tenía características de arreglarse. Entonces sucedió lo de siempre, que nos mandaron a 20 tíos para allí y nos encontramos con 15.000 habitantes del pueblo enfrentados a nosotros. Al principio, cuando llegamos, no vimos a nadie, pero de pronto empezó a salir gente por todas las calles y nos rodearon de tal manera que llegó un momento en que nosotros ni nos podíamos mover. La tensión ambiental empezó a subir de tono de tal manera que empezamos a sacarnos las pistolas de las cartucheras y a meterlas en los bolsillos para que no nos las quitaran hasta que, en un momento dado, alguien subió a un balcón, dirigió la palabra al vecindario y los ánimos se calmaron un poco. Aprovechamos aquel momento de respiro para escaquearnos entre la gente y ponernos a salvo a la espera de que llegaran refuerzos. En la Policía, cuando se sale a reprimir una manifestación, nunca se sabe a dónde se va. La gente piensa que antes de ponernos en marcha se nos dice que hay que hacer esto y aquello, pero la realidad es que estas en el cuartel y no sabes nada de lo que pasa en la calle. De pronto, a una hora determinada, hay un señor que toca un pito, se coge el material antidisturbios y se sube en los coches. Nuca sabes si tienes que enfrentarte a críos, viejos o a gente armada. Simplemente llegas a un sitio, abren la «tocinera» y abajo, a machacar lo que sea. Igual te encuentras con una manifestación de ETA que una pandilla de críos asustados en la puerta de un colegio.
«El S.I.P.N y la obsesión de los inflistrados»
- ¿Sabes cómo funciona el Servicio de Información de la Policía Nacional?
- Sí, porque durante un tiempo yo también estuve relacionado con el SIPN. Esto funciona en todos los acuartelamientos de España y esta gente se dedica a hacer servicios de información exterior en las facultades, hospitales, aeropuertos.., escuchando conversaciones y viendo dónde se arma la gresca. Pero luego, de todas esas cosas se hizo cargo la Dirección General de Seguridad y los miembros del SIPN se dedicaron a hacer espionaje interior para detectar y capturar posibles infiltrados en el cuerpo. El fantasma de los infiltrados -a la par que es una de las grandes muestras de inseguridad y el miedo que reina en esa élite cerrada que es el cuerpo- sirve muy bien para justificar la principal misión que tiene el SIPN, y que es mantener a la tropa en jaque constantemente. En cada Compañía hay siempre tres o cuatro señores íntimos el capitán, que se encargan de crear un clima de inestabilidad y de miedo al chivatazo para de este modo tener a la gente siempre bajo control. Todo el mundo sabe que no puedes hacer un comentario con un compañero o tener una conversación a nivel público sobre determinados temas, sin correr el peligro de ir al calabozo gracias a un chivatazo. De esta forma, se crea un clima de desconfianza tal que es prácticamente imposible reunirse, asociarse o tomar cualquier medida reivindicativa común para mejorar las condiciones sociales del cuerpo. Los miembros del SIPN trabajan en «células abiertas» y en «células cerradas». Los integrantes de una «célula abierta» siempre suele haber un miembro desconocido par todos los demás y que conecta unilateralmente con el capitán. Es el chivato de chivatos, que permite tener a todo el mundo controlado y que evita que alguien se desmadre.
- ¿Cuáles fueron las misiones que se realizan en el SIPN?
- Cuando yo asistía de oyente a las clases en la Facultad de Filosofia y Letras de Valencia y debido a los antecedentes familiares que tenía en el Cuerpo, en una época me propusieron que realizara misiones de información en los medios universitarios. Tenía que vigilar si se preparaban manifestaciones, o mitines en tal y cual sitio. Había que presentar partes diarios con las novedades que hubiera, pero yo nunca puse interés en ese trabajo y me limitaba a presentar los papeles haciendo constar «Sin novedad». A los dos meses se mosquearon, se dieron cuenta de que era inútil para aquella y me sacaron de allí.
- ¿Cómo fue tu paso a Euskadi?
- Fue luego de que me destinaran a Elda, en Alicante, y llegara allí un capitán que se llama José Harillo Márquez, un hombre chapado a la antigua y que empezó a jodernos a todos hasta hacernos la vida imposible en el acuartelamiento. Al poco tiempo se produjeron dos bajas y días más tarde siete tíos pidieron el pase a la Reserva General de Murcia… Aquello parecía la diáspora. Un buen día, harto de enfrentarme al capitán, me apunté a una expedición a Euskadi aunque continué con residencia en Elda.
«En Euskadi vi muchas cosas raras»
- ¿Cómo viste la Policía en Euskadi?
- Muy mal. Yo llegué al norte muy quemado de Elda pero en cuanto vi cómo funcionaba allí la cosa me acojoné aún más. Nos encuadraron en la 2ª Compañía de Basauri y nada más llegar empecé a oler a pólvora, a armas sin licencia, a grupos incontrolados, a extremismo, a acciones parcialísimas de la Policía en la calle y a otro montón de cosas de cuyo nombre no quiero acordarme.
- ¿Por qué?
- Porque son muy raras y sospechosas. Porque es muy raro que, desde el año 1976, en que empezó el recrudecimiento del problema vasco, haya habido una serie de cosas, de extraños sucesos cuyas víctimas, entre policías y guardias civiles, suman una cifra muy próxima a los 30. Como esto sólo sucede en Euskadi, la gente piensa en el exceso de nervios -anteriormente también se habían dado casos de policías que se suicidaban en una garita a consecuencia de una depresión-, pero hay que pensar que, en el periodo de marzo a julio de 1976, los grupos terroristas acabaron con la vida de seis agentes del orden y los accidentes en este mismo periodo acabaron con siete vidas.
- ¿Y qué hace un policía cuando empieza a ver tantas cosas raras?
- Sólo puede hacer una cosa: callar y formar parte de la masa si quiere seguir siendo policía. O de lo contrario, dejar de serlo.
- ¿Y tú optaste por lo segundo?
- Sí, preferí salir y una vez fuera meter un poco la nariz en esos asuntos, para mi tranquilidad personal.
Interviu, noviembre de 1979
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Este señor , expone una opinion y comentarios bajo la amargura y el resentimiento, es evidente ke equivoco la profesion , le hubiera ido mejor el ir a contar ovejitas por el campo lleno de libertad y naturaleza . Mire señor en las FOP de cualquier pais democratico , se rigen por el deber y disciplina y naturalmente la subordinacion a los mandos propiamente establecidos , no seria bueno ke todo el
Mundo expusiera sus criterios , ahora esto me parece bien o mal etc etc, ( nos entendemos verdad ?
) y referente a las vascongadas , usted debe saber tambien como yo , ke los años ochenta eran tan convulsos y tremendamente despiadados por parte de la banda terrorista de eta , ke no pasaba ni una semana ke no hubiera un atentado terrorista y criminal , asi ke sobran las palabras , asi ke amigo dediquese a otra profesion , eso si ke no haya mucho escalafon , ya ke deduzco ke no le gusta demasiado estar bajo normas ni mandos , gracias , un saludo.
Soy un policía jubilado, formé parte de las compañías de reserva de Zaragoza y La Coruña , conservo amigos de aquel entonces y me siento orgulloso de haber pertenecido al cuerpo , lo volvería a hacer.
Viva la policía armada en donde jamás tuve la sensación de haber sido manipulado asumiendo los choques generacionales existía un profundo y arraigado sentido de compañerismo asumiendo a los fustrados