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Muerte de un periodista

Francisco Vigueras

Ruiz Carnero llegó a la dirección de El Defensor en 1924, después de alcanzar el éxito como novelista y autor teatral. Con el apoyo de los hermanos Busquets, propietarios de la Sociedad Editora Universal, introdujo en el periódico granadino las tecnologías más innovadoras del momento, con dos ediciones diarias, capaz de competir con los poderosos rotativos madrileños. Por este motivo, es considerado como el promotor del periodismo moderno en Granada. También destacó como sindicalista en la Asociación de Periodistas, en la que luchó contra la precariedad laboral en la profesión

Siendo director de El Defensor, alcanzó gran popularidad con sus célebres Siluetas, columnas satíricas y mordaces, que firmaba con el apodo de Constancio y en las que ironizaba sobre sus adversarios políticos y la sociedad granadina. El propio Constancio decía: “La ironía es un arma terrible cuando se maneja con finura y sagacidad. La ironía es patrimonio de las personas inteligentes”. Precisamente, estos artículos, llenos de fina ironía, contribuyeron a dictar su sentencia de muerte. Desde las páginas de El Defensor, dio a conocer también la obra de su íntimo amigo Federico García Lorca. Y defendió al poeta cuando fue atacado por la prensa conservadora que descalificó su obra teatral Yerma, por considerarla inmoral y anticatólica.

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Amante de la verdad y valiente para contarla, Constantino denunció el despotismo de caciques y terratenientes, así como los intentos desestabilizadores de la derecha. Convirtió El Defensor en portavoz de la República y logró que la mayoría de los granadinos votaran a favor del nuevo régimen republicano que representaba los valores de justicia social, igualdad y solidaridad. Llegó a ser alcalde de Granada por Izquierda Republicana, aunque dejó la Alcaldía y volvió a dirigir El Defensor para defender la legalidad democrática de la República que estaba amenazada.

Lo primero que hicieron los militares golpistas fue cerrar El Defensor el 20 de julio del 36 y, pocos días después, detuvieron a su director. Según Jesús Fuster, sobrino del periodista, lo llevaron a prisión donde un guardia le golpeó con la culata del fusil en la cabeza y le destrozó las gafas. Numerosas púas de vidrio se le clavaron en los ojos y estuvo agonizando durante horas, pues le negaron la asistencia de un médico. En la madrugada del 8 de agosto lo trasladaron con otros presos a la tapia del cementerio de Granada para fusilarlo, pero ya había muerto. A pesar de todo, el investigador Agustín Penón nos dice que sus verdugos ataron el cuerpo a un poste y fusilaron su cadáver.

 Farsa judicial contra Ruiz Carnero

El régimen franquista no se conformó con torturar, fusilar y arrojar el cuerpo de Constantino Ruiz Carnero a una fosa común del cementerio de Granada. Tres años después del crimen, puso en marcha una farsa judicial para acusar al periodista de un delito contra la Ley de Responsabilidades Políticas, del 9 de febrero de 1939, que le aplicó con carácter retroactivo, vulnerando las normas más elementales del Derecho.

He encontrado en el archivo de la Real Chancillería el expediente abierto por el Tribunal de Responsabilidades Políticas contra Constantino Ruiz Carnero, director de El Defensor de Granada de 1924 a 1936. Y he tenido la oportunidad de leer los autos, diligencias, providencias y sentencias de unos jueces que deshonraron la toga cuando se pusieron al servicio de la dictadura.

Los jueces Francisco Santolalla, Esteban Alvarez-Manzaneda y José María Villoslada convirtieron la libertad de expresión y el derecho a la información en actos delictivos, sancionados con “pérdida total de bienes”. Aún más, consideraron como “agravante” el hecho de que Ruiz Carnero hubiese sido director de El Defensor de Granada, por haber influido en la opinión pública para lograr el voto mayoritario y favorable a la República.

Admitieron como cargos contra el inculpado el hecho de haber sido alcalde por Izquierda Republicana o de pertenecer a la masonería. Nunca investigaron la muerte y desaparición del periodista. Al contrario, molestaron a sus dos hermanas, María Luisa y Paulina Ruiz Carnero, sin mostrar la menor compasión por el dolor familiar.

Y toda esta farsa, para acusar oficialmente a Ruiz Carnero de ser autor moral de los actos de “violencia marxista” cometidos en la ciudad antes del golpe militar, sin duda la acusación más grave en su expediente de responsabilidades políticas para justificar el asesinato del periodista.

Sorprende el celo que puso el aparato judicial franquista para buscar en organismos oficiales y entidades bancarias alguna cuenta corriente a nombre de Ruiz Carnero, con intención de embargarla para dar cumplimiento a la infame sentencia. La Comisión Liquidadora archivó finalmente las diligencias de embargo en 1958, al comprobar la insolvencia de Constantino que sólo disponía de 7,85 pesetas en una cuenta de la Caja General de Granada. Gran fortuna para embargar y mayor despropósito judicial.

Eliminaron al periodista que se había puesto al lado del pueblo y la decencia humana, cuando la “peor burguesía de España”, en palabras de su amigo Federico García Lorca, conspiraba contra la legalidad democrática. Sin embargo, con su vida y ejemplo, Ruiz Carnero transmitió a los estudiantes de periodismo el siguiente mensaje sobre ética profesional: “La pluma debe servir para algo más útil, más fuerte, más vibrante que trazar notas de color y emborronar cuartillas, ha de formar el alma del pueblo”.

libro Ruiz Carnero

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1 respuesta »

  1. Y luego el epílogo. El epílogo es que a día de hoy este crímen sigue estando impune, las actuaciones «judiciales» franquistas, tribunal, sentencia, multas, incautaciones, siguen siendo consideradas con arreglo a derecho, la víctima un criminal, el robo y el expolio sufrido permanentes y sin ninguna posibilidad de ser reparado pues el estado español actual niega toda posibilidad de recurso, «fue legal, fue justo, no recurrieron en tiempo y forma, los familiares directos ya murieron, rompería la seguridad jurídica».

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