Gil Toll
En la calle Serrano, donde estuvo la sede de ABC durante décadas, se encuentra una placa conmemorativa del Ayuntamiento que deja constancia del hecho, de indiscutible trascendencia. No es la única placa dedicada al diario y a sus gentes, ni mucho menos. Guillermo Luca de Tena, editor del periódico, dispone de su propia placa en la calle Lagasca. El apellido familiar también da nombre a una plaza y el patriarca Juan Ignacio Luca de Tena dispone de calle propia.
El Ayuntamiento ha sido pródigo tamnbién en la colocación de placas conmemorativas dedicadas a periodistas de ABC. Fue el caso del falangista Jacinto Miquelarena, de César González Ruano, corresponsal entusiasta en la Alemania nazi, y otros de perfil menos agresivo, como Antonio Díaz Cañabate, Julián Cortés Cavanillas, Josefina Carabias o el colaborador Horacio Vázquez Rial. De las 13 placas que Madrid tiene dedicadas a periodistas, siete corresponden a plumillas de ABC.
Hay que llegar hasta la calle Larra para encontrar la primera muestra de diversidad en las placas dedicadas a la prensa madrileña. En el número 14 de esa calle se mantiene en pie un edificio histórico del periodismo en el que se alojaron los periódicos El Sol y La Voz, que impulsó el empresario papelero vasco Nicolás María de Urgoiti. Ambos tuvieron gran influencia durante los años previos a la guerra civil, aunque sufrieron avatares empresariales que oscurecieron su trayectoria durante la segunda República. Una placa evoca la presencia de esos periódicos en el edificio, así como también los diarios Arriba y Marca, que se editaron allí previa incautación de las instalaciones por parte de Falange al caer Madrid.
La revista Cuadernos para el diálogo, que dirigió Joaquín Ruiz Giménez con talante democrático en pleno franquismo, también tiene su placa en la calle Salustiano Olózaga. Otro caso es el de la revista especializada en arquitectura Cortijos y rascacielos, que se editó en los años 30 de la mano de Casto Fernández Shaw.
La nómina de publicaciones con placa se quedaría ahí si no fuera por los voluntariosos periodistas que trabajaron en el diario Madrid y que pagaron la placa conmemorativa que se encuentra en la calle general Pardiñas esquina Maldonado para homenajear al periódico que se enfrentó al franquismo y pagó por ello con su suspensión y cierre.
Otras placas municipales que homenajean a periodistas incluyen a Jaime Campany, el que fuera director del periódico falangista Arriba, o Antonio Herrero, conductor del programa matinal de la cadena COPE hasta que falleció de forma trágica. En este mar de periodistas derechistas destaca o desentona el caso de Luis Carandell, cronista de los años de la transición en las páginas de Triunfo, Diario 16 y El País.
La memoria de la prensa en las calles de Madrid deja mucho que desear y tiene un evidente sesgo conservador. El pasado año, el comisionado de la memoria histórica del Ayuntamiento propuso una cincuentena de cambios en el callejero y llegaron nuevos nombres de periodistas de gran calidad e ideas republicanas: Manuel Chaves Nogales, Corpus Barga, Julián Zugazagoitia y el fotógrafo Robert Capa tienen ahora calle en Madrid.
Esa linea debería tener una continuidad con las placas conmemorativas resaltando la historia de los periódicos de la ciudad. La más urgente, a nuestro entender, es la de El Liberal y Heraldo de Madrid en la calle Marqués de Cubas. En el número 5 estuvo la sede de la Sociedad Editora Universal y sus dos periódicos madrileños hasta que fueron incautados por Falange al caer Madrid en 1939 en manos de los franquistas.
Ambos periódicos fueron los más firmes defensores de la República hasta el último día con el sostén de sus propietarios, los hermanos Manuel y Juan Busquets George. Otros periódicos de Madrid fueron incautados por partidos o sindicatos durante la guerra, pero los propios trabajadores de El Liberal y Heraldo de Madrid se opusieron a que estos fueran intervenidos. No lo consideraban necesario dada la adhesión republicana de la plantilla y de los empresarios. Muestra de este compromiso fue la recolecta organizada por los periódicos para ayudar a las víctimas republicanas de la guerra y a sus familiares. Se recaudaron 238.000 pesetas, de las que 100.000 fueron aportadas por los editores.
Tras la guerra, cárcel para los periodistas que estuvieron al pie del cañon hasta el último día. Otros habían salido al exilio, también los hermanos Busquets, que se instalaron en Francia. Desde allí intentaron rescatar sus empresas, pero tuvieron que pasar una decena de años y un proceso de responsabilidades políticas para poder volver a España y enfrentarse a la dictadura con la endeble defensa de la ley. Sus acreedores se encargaron de instar el embargo del edificio de la calle Marqués de Cubas y se vieron forzados a venderlo al Banco de España, que lo acabó derribando en una de sus ampliaciones. La Sociedad Editora Universal pagó sus deudas y luchó por recuperar su patrimonio durante décadas sin resultado positivo.
El Liberal y Heraldo de Madrid fueron periódicos de gran influencia y tirada antes de la guerra. Heraldo llegó a 500.000 ejemplares en noviembre de 1935, cuando la situación política del país era un hervidero por la represión de los gobiernos derechistas y los escándalos de corrupción de los dirigentes radicales. También fueron escuela del mejor periodismo de su época. Manuel Chaves Nogales fue jefe de redacción en Heraldo de Madrid y desde allí despegó para su Vuelta a Europa en avión, la serie de artículos que se convirtió en uno de los libros más leídos de su época y que en los últimos años se ha reeditado con gran éxito.
Este bagaje profesional y político merece un homenaje de la ciudad, un reconocimiento simbólico para los que creyeron que podían construir un país moderno con sus artículos y reportajes.
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