Comentario

Las oscuras contradicciones del fundador de la BBC

Gil Toll

John Reith fue el primer director general de la BBC y se le asocia con la génesis de la imagen de imparcialidad y rigor que envuelve a la corporación británica y la ha convertido en referencia mundial de las radios y televisiones públicas. Incluso se usa su apellido para construir el concepto reithianism, que se refiere al principio de pluralidad y vocación de servicio público de la emisora. Sin embargo, hay datos de su biografía y de su comportamiento en los 16 años en que estuvo al frente de la BBC que hacen dudar de la veracidad del mito.

John Reith era un calvinista escocés que preguntaba sobre creencias religiosas a los candidatos a un puesto en la empresa, impelía a las mujeres a abandonar el trabajo cuando se casaban o que despedía a los hombres en caso de divorcio. Su estricta moralidad con los demás no se la aplicaba personalmente, pues tuvo numerosas amantes y un amor homosexual de juventud. En los años 20 estuvo políticamente fascinado por el dictador italiano Benito Mussolini y en su diario personal hay anotaciones elogiosas hacia la figura de Adolf Hitler.

La BBC había sido fundada en 1922 como un consorcio privado de fabricantes de aparatos de radio que se financiaba mediante una tasa aplicada a la venta. La emisora nació y se mantuvo sin publicidad y cinco años más tarde se convirtió en una corporación pública. Reith fue quien concibió que la función de la emisora debía ser la de informar, educar y entretenar a la audiencia, una fórmula que se hizo universal.

En los primeros tiempos de la BBC, los boletines informativos solamente se emitían a partir de las 19.00 para no socavar en demasía el monopolio informativo que había tenido la prensa impresa hasta el momento. Pero en 1926 el Reino Unido vivió una huelga general que cambió esta práctica y se convirtió en un episodio mítico de la emisora.

La huelga paralizó las rotativas de los periódicos y la BBC multiplicó sus boletines informativos durante toda la jornada. Fue la ocasión de oro para conseguir la atención del público y también un momento clave para definir su relación con el gobierno. El ministro del tesoro, Winston Churchill emprendió la publicación de la British Gazette para suplir la falta de periódicos y pretendió poner bajo su mismo mando a la BBC. Sin embargo, el primer ministro, Stanley Baldwin, decidió dar autonomía a John Reith y frenar las ansias de control de Churchill.

La cobertura de la huelga siguió la linea gubernamental, pero no cayó en el oficialismo que se podía haber esperado. Reith leyó algunos de los boletines informativos personalmente. Desde su casa se radió un discurso del primer ministro y, cuando la huelga terminó, recitó en directo el poema patriótico Jerusalem para celebrar la «salvación» del país. Por el camino quedó la petición del líder laborista para dirigirse a la población desde la radio así como otro discurso que pretendió hacer el arzobispo de Canterbury llamando a la paz. Reith afirmó tras la crisis que el grado de independencia conseguido por la emisora era el máximo posible con ese y con cualquier otro gobierno. Pero el reconocimiento de estas limitaciones no le impidió poner en marcha una operación de imagen en la que se enfatizaba una supuesta imparcialidad de la emisora durante la huelga. Jean Seaton, profesora de historia del periodismo e historiadora oficial de la BBC lo ha definido como un ejemplo de propaganda.

Los contenidos de la emisora reflejaron la alta exigencia moral del calvinista Reith. Así, en la programación de deportes se radiaban competiciones de remo o de tenis mientras los populares partidos de futbol o cricket recibían una atención más que discreta. Los domingos no había emisión hasta las 12.30, para que los oyentes tuvieran tiempo de ir a la iglesia. El resto del día se emitía música clásica y programación no frívola.

La dimensión imperial llegaría en 1938 con las primeras emisiones de programación en árabe y poco más tarde en español, pensando especialmente en la audiencia de América Latina.

La guerra española también fue un episodio significativo para la emisora. En 1936, los conservadores acusaron a la emisora de favorecer a la República en sus informaciones. Entre otras cuestiones, criticaban que la BBC llamara «rebeldes» a las tropas militares que, efectivamente, habían tratado de dar un golpe de estado.

En 1938, John Reith dejó la BBC tras recibir abundantes señales desde el gobierno. A su marcha, la empresa contaba con 4.000 empleados y se había convertido ya en referencia mundial. Tenía por delante la dura prueba de la II Guerra Mundial, durante la que se produjeron tensiones entre la emisora y el gobierno británico que se saldaron con dimisiones.

Reith pasó a dirigir Imperial Airways y más tarde sería ministro en dos ocasiones. Siempre mantuvo que ningún puesto le satisfizo tanto como el de director general de la BBC. La prueba es que durante esos años mantuvo un diario en el que anotó sus vivencias y que se conserva en los archivos de la corporación. Ian McIntyre trabajó con este material en los años 90 para construir una biografía del personaje que constituye una referencia obligada sobre su actividad profesional y también su contradictoria vida personal.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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