Si el Gobierno -dice el Times– resiste las campañas de Prensa durante quince dias, está salvada la situación.» Ya se sabe, en este caso, lo que quieren decir situación y Gobierno. En Londres todavía pueden concebirse matices en la política, nosotros no tenemos más que dos colores. Resistir las campañas de Prensa sería continuar cabalgando en el machito, contra el clamoreo de la opinión liberal, que es el mismo espíritu de la España de hoy; salvar la situación equivaldría a mucho más; a continuar la historia. Y también sabemos todos lo que es eso.
¿Por qué se expresará así el Times? ¿Qué le habrán dicho de los posibilidades de una componenda nacional? ¿Qué maniobra es esa? La Prensa que puede combatir al Gobierno, por los desaciertos que cometa, y que no ha cesado de oponerse a la vieja y desacreditada situación española, está dispuesta a defender, con todos sus bríos el color de su bandera, que es e1 de los hombres independientes, el que llamee en algunas celdas de la cárcel, el de las próximas candidaturas republicanosocialistas, el del pacto incomparable de las izquierdas.
Por cierto que ¿cómo es que no ha comentado el Times la representación política de esa unión insospechada, grandiosa, que no acusa paridad con ninguna otra de las que han pasado por el panorama de nuestras luchas, por el inmenso solar de nuestros afanes de superación?
Y si ha tenido el periódico inglés la triste habilidad de lanzar la sospecha de que la Prensa española liberal puede entregarse, ¿por qué no ha tenido también el tesón y la honradez necesarios para añadir que por encima de la misma Prensa de la izquierda hay millares y millares de ciudadanos, una masa de oposición irresistible, que harían inútil la debilidad de la letra impresa y la arrollarían triunfalmente, tanto por débil como por traidora? Porque no le convenía. El Times habla en su artículo de la mala voluntad de los republicanos y de los socialistas de España, y éste es e1 motivo de su simulado estudio. Se trataba de acusar, de molestar, de despreciar, respondiendo a un plan, a una comedia periodística, que se habrá ensayado recientemente. Y no bastaba zaherir a los políticos; había que extender el descrédito a la Prensa liberal; como si no se supiera lo difícil, lo imposible, que es borrar el sentido de los títulos o del alma de los periódicos, cuando los mueven entendimientos y los dirigen corazones.
Esta Prensa, la nuestra, la que siente la libertad en sus nervios, en sus pasiones, hasta en sus quebrantos no se vende ni por un plato de lentejas, ni por un barco de oro inglés. Muchos aspirantes a compradores es lo que tiene. Esto sí; pero esos desgraciados, cuando compran, no compran más que papel. Y el papel no salva a ningún Gobierno, ni mantiene en pie ninguna situación ruinosa.
La Prensa liberal es otra cosa. Y esa, aquí está, dispuesta a no salvar nada que no lo valga. Y para maniobras, ya tenemos bastante con las de casa. ¿Se entera el Times? ¿Sí? Pues nos alegramos mucho. Hablando y escribiendo se entiende la gente.
El Liberal de Madrid, 21 de marzo de 1931
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