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Las penosas rutas del exilio republicano

Marc Ripol

A principios de 1939, cuando la Guerra Civil se acercaba a su fin, Barcelona acogía a cientos de miles de republicanos de toda España, que habían ido llegando a medida que avanzaba el ejército sublevado. En el gélido mes de febrero de ese año los Pirineos fueron testigos de un terrible drama humano: después de tres años de Guerra Civil, casi medio millón de personas cruzaban esas montañas huyendo de las represalias de los vencedores. Fue el primer gran exilio político del siglo XX en todo el mundo. Nunca antes de la II Guerra Mundial hubo una oleada de refugiados tan numerosa.

Los exiliados se fueron con lo puesto y la mayoría llegaron a la frontera a pie; las pocas posesiones que acarreaban –una pequeña maleta, un recuerdo de familia- las dejaron por el camino cuando las fuerzas flaqueaban y ya no podían cargar con ellas. Pocas lágrimas cayeron en esos caminos; no había tiempo para llorar las penas. Al llegar a Francia, que creían el refugio, la tierra de las libertades, la salvación, los gendarmes separaron a las mujeres y a los hombres y los internaron en campos de concentración donde sufrieron condiciones inhumanas. Algunos, viendo el pésimo recibimiento, optaron por regresar aceptando el riesgo de acabar frente a un pelotón de fusilamiento, pero los demás, los que sobrevivieron, no podían imaginarse que tardarían 20, 30 o 40 años en volver a España. Otros nunca volvieron; pasado un tiempo regresar a tu patria es casi como sufrir un nuevo exilio.

En el libro Las rutas del exilio he seguido los pasos de algunas de estas personas. He pasado por los caminos que ellos pasaron, descubriendo paisajes cuya belleza ellos no pudieron apreciar, y he hablado con ancianos que todavía recuerdan cómo, cuando ellos eran unos niños, sus pequeños pueblos se llenaron de personas en cuyos rostros se reflejaba el miedo y la desesperación.

Fam+¡lia Gr+ícia

Familia García

lavajol

Escultura obra de Joan Garcia Codina

 

 

 

 

 

 

 

El único monumento al exilio

En La Vajol, pueblo catalán situado a unos pocos kilómetros de la frontera francesa, se encuentra el único monumento al exilio que existe en España: una escultura que representa a un hombre y una niña con una pierna amputada. Son Mariano Gracia y su hija Alicia. Amadeo, hermano de Alicia, explica cómo su vida se trunca en noviembre de 1937 cuando las tropas franquistas bombardean Monzón (Huesca); su madre Pilar protege con su cuerpo a los dos niños, de tres y seis años, que logran sobrevivir aunque ambos pierden una pierna, pero la madre muere. El padre huye a Francia con Amadeo y Alicia y, tras un largo periplo, llegan a Prats de Molló, una pequeña ciudad francesa en la que se apiñan decenas de miles de exiliados. En 2003 Amadeo visitó el monumento.

La angustia de la incerteza

Josep Bartolí es un joven bohemio que se gana la vida haciendo caricaturas y, al empezar la guerra, se alista en las fuerzas republicanas. En el camino del exilio se separa de su compañera, que está embarazada, y se queda en la población de Olot para cubrir la retirada. Tras pasar por varios campos de concentración en Francia logra llegar a México, donde con el tiempo se convertirá en un famoso dibujante y publicará el libro Campos de concentración 1939/94. A pesar de buscarla durante años, nunca logró encontrar a su compañera y nunca supo si su hijo llegó a nacer.

Las 600 madres de Elna

María García sufrió su primer exilio con 20 años, al dejar su pueblo de Almería para buscar trabajo en Barcelona. Cuando la caída de Barcelona es inminente sabe que, al haber colaborado con las instituciones republicanas, ha llegado la hora de su segundo exilio. Cruza la frontera y es internada en el campo de Argelers, donde no hay más que alambradas y arena, y donde se percata de que está embarazada. Sabe que allí las posibilidades de supervivencia de su hijo son mínimas. Pero la suerte está de su lado: una joven extranjera consigue el permiso para llevarla a la Maternidad de Elna, donde nace su hijo Felipe. Hoy ambos viven en México. En la Maternidad que creó Elisabeth Eidenbenz con los fondos de una asociación suiza dieron a luz casi 600 mujeres.

Exiliarse y morir

Antonio Machado sale de Barcelona, pocas horas antes de la entrada de las tropas franquistas, acompañado de su madre y de su hermano José. Previamente ha tenido que huir, también en el último momento, de Madrid y de Valencia. Enfermo y agotado llega a Colliure a finales de enero de 1939 y se instala en el hotel Bougnol Quintana, donde morirá al cabo de un mes. Tres días después morirá su madre. La noticia de la muerte del poeta corre entre los miles de refugiados que se hallan en Colliure. Seis milicianos de la Segunda Brigada de Caballería Andalucía portan el féretro, cubierto con la bandera republicana, hasta el pequeño cementerio de la localidad.

Agullana, última capital republicana

Los acontecimientos que se suceden a lo largo de la guerra obligan al Gobierno republicano a diversos cambios de ubicación: Madrid Valencia, Barcelona, Figueres y finalmente la pequeña población de Agullana, a pocos kilómetros de la frontera francesa.

Cerca se halla la mina Canta, que fue convertida en un búnker para almacenar el oro de la República y obras de arte del Museo del Prado. Manuel Azaña, el primer ministro Juan Negrín, el president de la Generalitat Lluís Companys y el lehendakari José Antonio Aguirre, además de otros cargos del Gobierno republicano, pasan la noche en la masía Can Barris, en el pueblo fronterizo de La Vajol, antes de cruzar la frontera.

La memoria

En cualquier acontecimiento histórico llega un momento en el que desaparecen aquellos que lo vivieron. Faltan muy pocos años para que esto suceda con la Guerra Civil española. Aquellos que lo vivieron eran niños cuando sucedió y lo recuerdan con los ojos de los niños que eran entonces. Ahora son mujeres y hombres curtidos por una vida de privaciones, de luchas, de bombardeos, de orfanatos, de amigos y familiares muertos, de campos de concentración, de ideales perdidos… y todavía ahora, al hablar del momento del exilio, de esa etapa de sus vidas que sucedió hace muchos años, se emocionan al recordarlo. Personas que lo han vivido todo, que lo han superado todo, y que todavía hoy tienen que hacer una pausa cuando hablan de aquel frío mes de febrero de 1939.

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5 respuestas »

  1. Mi padre me contò muchas veces como cruzaron los pirineos y su estància en un campo de refugiados en Francia.El era muy pequeño,naciò en el 35,pero lo recuerda.Mi abuelo,su padre,muriò en el camino.El era soldado y huìa a Francia.Me gustarìa saber donde puedo conseguir el libro,para conocer algo màs sobre el pasado de mi familia.Gracias

  2. BELCHITE

    MEMORIA HISTÓRICA

    Camino de Castilla León visitamos las ruinas de Belchite, Pilar, la guía, nos recomienda el libro: El viejo Belchite: La agonía de un pueblo. Se conserva la fachada de la casa donde nació; Àngeles, madre de Joan Manuel Serrat…conocida por la familia de los Furicos. Tenía 5 años, cuando su madre lo llevó por primera vez. Para Serrat, Belchite será símbolo de la devastación de la familia materna, Cançó de Bressol, está dedicada a su familia, que mataron en la ABSURDA Guerra Civil; a su abuelo, que era secretario del juzgado, junto a su abuela, y familiares. A pocos metros de la pared donde fusilaban, una cruz de hierro fue levantada por los presos en memoria de los caídos…

    La conversación pausada en el Café Jesús Obrero con Aurelio Salavera Castro bien merece un viaje, Aurelio tenía siete años cuando estalló la ABSURDA Guerra Civil. Siempre, que escribo de la Guerra me viene a la memoria la frase del corresponsal de guerra, abogado, escritor… Javier Nart: “ La guerra es un lugar donde jóvenes, que ni se conocen ni se odian se matan por decisión de unos viejos, que se conocen y se odian; pero no se matan” Aurelio, la recuerda con horror: para los vecinos y vecinas del bando republicano el horror continua…

    En Belchite, muchas heridas continuan abiertas, Aurelio ha escrito un libro, que probablemente nunca vea la luz… Un día, vio acercarse al Pueblo unos mulos, y soldados, en las alforjas llevaban algunos muertos, y prisioneros, su abuelo, venia entre ellos. Se los llevaron a la cárcel, y nunca más lo volvió a ver. Al finalizar la conversación se acerca un señor, que después de escucharla, le dice, “Tú has contado tu parte…” Es de justicia la creación desde las administraciones de: áreas, comisionados… de memoria histórica, como ha hecho el Ayuntamiento de Barcelona, que abarque la Guerra Civil, pero también el barraquismos, la gente corriente… Después de tantos años del final de la Guerra Civil, los perdedores (por miedo) no han contado nada de la Guerra: son los niños de la Guerra como Aurelio, que tienen la necesidad de hablar, para sacar a la luz el sufrimiento, que han padecido durante más de 75 años. Antonio Herrera Valiente

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