Artículo histórico

Crisis de gobierno en la II República

Emilio Criado Romero

Eran interminables aquellas crisis gubenamentales. Los redactores políticos de los periódicos madrileños, al cabo de los diez o quince días –con sus noches- de correr detrás de personajes y personajillos llamados a Palacio o de regreso de palacio, para efectuar consultas y reunirse en largas conferencias, terminábamos enfermos. El trasiego nos traía nerviosos y nos ponía a veces como enloquecidos. Yo nunca comprendí por qué había de ir y venir detrás de los prohombres cuando, después de todo, una nota surgida del despacho de la secretaría de don Niceto y entregada por Rafael Sánchez Guerra, informaba escueta pero perfectamente, de cómo iban las conversaciones con el Jefe del Estado y cuál, terminadas aquéllas, era el nuevo Gobierno. Se lo dije así a varios compañeros y casi todos coincidían en que el sacrificio nuestro era estéril, completamente del género tonto, y arriesgado. Porque los ministros y demás próceres de la política iban en grandes y veloces automóviles en tanto que nosotros habíamos de seguirles a bordo de taxis desvencijados, con grave peligro para nuestras vidas.

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Pero aunque varios periodistas decidimos no volver a tales inútiles y vanas carreras, Fontecha –siempre nervioso, malhumorado y dueño de mil artimañas para tratar de convencer… sin logarlo nunca- y Lucas- un redactor de “El Siglo Futuro”, que había sido alabardero- se impusieron a los demás, incluso a los dos hermanos Mencheta, a Carreño y a Monreal (estos últimos fusilados por las tropas de Franco meses más tarde). Y continuamos por las calles de Madrid detrás de los hombres que trataban de resolver, cada tres o cuatro meses, las laboriosas crisis ministeriales. (…)

Llevábamos doce días de crisis gubernamental y teníamos fiebre todos los reporteros. ¡Aquello no podía aguantarse! Estaba conferenciando con Alcalá Zamora en Palacio el señor Samper, un politiquillo valenciano de triste historia y de presencia ridícula. A las tres horas de esperar el resultado de la charla, salió el pobre Samper muy orondo y nos dijo, con palabras que enrevesaba su natural emoción:

  • He sido encargado de formar gobierno y voy a comenzar ahora mismo mis gestiones.

Nos quedamos petrificados. ¿Samper jefe de un Gobierno?…

Salió como un rayo en viejo Hispano Suiza y nosotros detrás. Por la calle Mayor, nuestros automóviles, sembrando el terror, trataban de seguir al futuro presidente del consejo. De pronto, frenamos todos. Samper descendía rápido de su coche, con las manos en el vientre…

  • Ah, ya…! –dijo Fontecha, seguro de haber descubierto algo importantísimo-. Entra en el Café Platerías, y es aquí donde le esperan personas importantes. ¡Vamos dentro compañeros!

Y entramos. Samper no aparecía por ningún lado. ¿En dónde se había metido?…

De pronto, un camarero, sonriéndonos, nos explicó todo:

  • ¿Buscan a ese señor…? Pues viene hecho una lástima y se ha metido en esa habitacioncita. Es que el dolor de tripas no permite esperas.

 

¡Aquéllos tiempos! Finisterre, México DF 1966

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