Artículo histórico

La suscripción para la casa de Primo de Rivera

El General primo de Rivera envía de madrugada a la oficina de información y censura las siguientes notas oficiales:

“ Algún buen amigo me ha advertido, y aun en algunos anónimos, muy pocos se me ha dicho que con motivo del homenaje, hace ya próximamente dos años, iniciado por algunas personas de mi afección, con el propósito de regalarme una casa que fuera albergue decoroso premio obligado descanso tras la ruda lucha de estos años y solución adecuada del vivir de mi familia, se han realizado algunas presiones que desde luego me atrevo a califica de indiscretas y de  soportadas, dando a las invitaciones a contribuir forma que pudiera parecer algunos obligatoria, por lo menos forzada y sólo eludible con enojos. No creo preciso manifestar mi sincera contrariedad, y tal es lo cierto, tanto mayor cuanto más casos de esta índole hayan podido ocurrir.

Desde los primeros pasos de esta gestión de venido yo antes adormecimiendo, antes que animandola; pero no he podido evitar el entusiasmo y leal afecto de muchos amigos, y aun el acuerdo de numerosas importantes entidades, haya ido acumulando donativos hasta alcanzar la importante cifra de más de cuatro millones de pesetas, que me dicen ahí reunidas y que supongo nadie tratará ya de que aumente y que se dará por cerrada la suscripción; pero como los casos advertidos pueden ser varios, yo os ruego encarecidamente a las personas encargadas de este asunto que en realidad desconozco con precisión cuáles sean que por el plazo de un mes invite a quien quiera me haya contribuido forzosamente o posteriormente a hacerlo hubiera cambiado de opinión a que retiren sus aportaciones, seguros todos de que no solamente no se les irrogará ninguna contrariedad, sino que, por mi parte, estimara tal conducta como una muestra de sinceridad y gallardía ciudadana, digna del mayor elogio, y si tiene algún temor de obrar así, ante la comisión recaudadora o persona que necesitaron su aportación, pueden dirigirse a mi directamente, en la seguridad de que serán atendidos. En todo caso, yo persisto en mi idea de compartir el donativo con la Unión Patriótica nacional y el Somaten regional, dotándolos de local muy próximo a mi vivienda, donde perennemente puede tener sus oficinas, pues tengo tienda fe en que estas instituciones civiles, amantes de la paz y del orden, que por su carácter apolítico de defensa social y propagación de buenos principios ciudadanos y sana cultura, serán siempre firmes puntales de la sociedad cuando ella vuelva a estar amenazada de sufrir conmociones violentas, sin que jamás entorpezcan su progreso, inspirado en principios de cristianismo y verdadera libertad.

De todos modos, por si la consideración por timidez de los invitados para reclamar sus cuotas lo detuviera, yo “impondré a mi suscripción una multa” en beneficio de los pobres que compense con largueza los casos de esa índole que hayan podido darse.

Y para terminar: repito mis palabras ante la asamblea nacional, aunque con cierto embarazo y gran contrariedad, que ha admitido esta suscripción, porque más que nada me halagaba la idea de morir a modesto de fortuna como he vivido y vivo hasta el día; pero procedo así en primer término porque creo en conciencia haber prestado al país servicios que justifican este hermoso homenaje; en segundo, porque ello entiende servirá de ejemplaridad y estímulo en el porvenir; en tercero, porque creo legítimo evitar a mis hijos con la carga de gloriosas preseas y pergaminos propios y familiares, de piso en piso, como he andado yo cambiando en Madrid una docena de veces de domicilio, y en cuarto, porque tampoco quiero que vivan en precario y alquiladas las oficinas centrales de la Unión Patriótica y el Somatén. ¡Ojalá fuera bastante rico para dejarlas bien instaladas en toda España!”

Heraldo de Madrid, 9 de marzo de 1929

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